El Poder del Pueblo Dormido… y el Temor del Poder Despierto.

diciembre 13, 2025

La pintura es "La siesta" (La Méridienne en francés), una obra de Vincent van Gogh pintada entre diciembre de 1889 y enero de 1890

Una democracia no se pierde de un día para otro: se erosiona lentamente, cuando los ciudadanos dejan de pensar y otros deciden por ellos.

Hay momentos en la historia en los que un pueblo parece caminar con los ojos abiertos pero con la conciencia apagada. Es un sueño extraño: se vota, se opina, se protesta a medias… pero sin verdadera lucidez. Y en ese estado de adormecimiento cívico, los poderosos respiran tranquilos, porque saben que un pueblo dormido es fácil de dividir, fácil de manipular y fácil de conducir hacia rutas que ya han demostrado su tragedia.

Colombia se encuentra hoy en ese umbral delicado: entre la comodidad de la indiferencia y la necesidad urgente de despertar. No es un despertar violento, ni dogmático, ni partidista, sino un acto de responsabilidad moral y ciudadana.

Es un despertar moral, ciudadano e informado, para evitar repetir caminos (como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Argentina, etc..) que otros países ya recorrieron hacia su propio abismo.

Cuando el pueblo despierta, los poderosos tiemblan. Cuando el pueblo piensa, la historia cambia. Cuando el pueblo actúa, el futuro se salva.

Hay una pregunta que arde, incómoda y urgente: ¿Por qué los pueblos siguen entregando su destino a quienes una y otra vez los traicionan?

No es casualidad. No es mala suerte. No es ignorancia. Es algo mucho más grave: desgano, resignación y una peligrosa costumbre de mirar hacia otro lado.

Hemos normalizado que la política sea un negocio. Hemos aceptado que la corrupción es “parte del juego”. Hemos permitido que una casta —sí, una casta— gobierne para sus financistas y no para la gente.

Y cada elección, como un ritual del autoengaño, volvemos a poner la misma llave en la misma puerta esperando que esta vez se abra hacia algo distinto.

Pero no. La puerta no cambia si quien la abre es siempre el mismo.

El problema no es solo “ellos”: es nuestro silencio. La casta política se mantiene porque una parte del pueblo ha dejado de interesarse, de pensar, de debatir, de informarse. El “qué me importa” se ha convertido en un virus social: contagioso, cómodo, anestesiante.

Mientras tanto, los que manejan el poder sí están atentos, sí participan, sí financian, sí presionan.
Y los ciudadanos comunes, se conforman con titulares, memes, indignaciones de 30 segundos y un voto cada cuatro años, renunciando sin notarlo a vuestro deber de pensar y participar con conciencia.

¿Así pretendemos cambiar algo?

Los verdugos políticos no se sostienen porque sean fuertes, sino porque el ciudadano común se ha vuelto débil en su compromiso cívico. Porque dejamos que la televisión, las redes y la propaganda piensen por nosotros. Porque preferimos la comodidad del escepticismo a la incomodidad de la responsabilidad.

Este es el mensaje que muchos necesitan escuchar:
No esperes que la política cambie si tú no cambias tu actitud ante ella.
No habrá salvadores.
No habrá milagros.
No habrá “mesías democráticos”.

Lo que sí puede haber —y urge que lo haya— es un pueblo despierto, incómodo, exigente, informado y consciente de su poder. Porque cuando el pueblo despierta, cuando el pueblo piensa, cuando el pueblo se informa… los verdugos pierden su trono.

Reflexión final:
No dejemos que la televisión, las redes ni la propaganda piensen por nosotros. Renunciar al pensamiento propio no es neutralidad: es abandono de la responsabilidad ciudadana. Cuando no buscamos información objetiva —por poca que exista— dejamos de ser ciudadanos y nos convertimos en masa; somos gobernados sin ser verdaderamente representados; votamos por verdugos creyendo elegir líderes. El despertar cívico no ocurre por magia, ni por slogans, ni por promesas emotivas. Ocurre cuando cada persona asume su deber moral de informarse, contrastar fuentes, cuestionar discursos y hacerse dueña de su propio criterio.

Si este escrito resonó contigo, compártelo. Tal vez ayude a otros a reflexionar, despertando la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. 

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

El Silencio de los Dones No Abiertos.

diciembre 12, 2025



Todos tenemos dones. Pero solo algunos llegan a aprovechar lo que se les ha dado. Muchas personas viven toda su vida sin descubrir de qué son realmente capaces.

Dentro de cada uno hay un pequeño cajón que a menudo mantenemos cerrado con rutina, miedo, excusas y un silencio cortés que confundimos con realismo. Algunos llaman a su contenido talento; otros, vocación. Yo prefiero llamarlo don, porque todo don viene de alguien que lo entrega y siempre implica responsabilidad.

Nacemos con un potencial asombroso. Biológicamente, una célula se convierte en billones. Neurológicamente, el cerebro sigue reorganizándose incluso en la adultez. Espiritualmente, el ser humano fue creado en la mejor forma posible. Cada persona lleva en su interior un diseño divino: una excelencia que espera expresarse en acción, compasión o reflexión.

La vida confía a cada alma lo necesario para cumplir su papel en esta vasta historia de la existencia. Cuando descubrimos ese propósito, la vida se vuelve más ligera, más clara, más significativa. Sin embargo, muchos cajones permanecen cerrados.

A veces por razones prácticas: responsabilidades, presión financiera, salud, falta de tiempo. Pero con mayor frecuencia por razones invisibles: miedo al fracaso, miedo a ser visto, miedo a superar la identidad tras la cual aprendimos a escondernos.

Estos miedos nunca se presentan como miedos. Se disfrazan de sensatez. Susurran: «Mantente pequeño. Es más seguro». Pero el precio de un don sin abrir es real: inquietud, insatisfacción, falta de energía, incluso depresión.

El significado importa. El propósito sostiene la vida incluso en el sufrimiento. Y al ser humano solo le pertenece aquello por lo que se esfuerza.

La vida nos pide muchas veces perfección, pero lo que verdaderamente nos exige es esfuerzo sincero, silencioso y constante, porque las acciones se juzgan por las intenciones.

Tu don no es simplemente una habilidad. Es un regalo, una confianza que la vida deposita en ti. Ocultarlo es devolver esa confianza sin abrir.

Abrir el cajón no requiere grandes gestos, sino pequeños comienzos honestos: una promesa cumplida a diario, un acto de servicio, un tema estudiado con profundidad, un miedo enfrentado con delicadeza.

Quienes finalmente abren sus dones siguen un patrón universal: empiezan pequeño, permanecen constantes, fallan y regresan, buscan retroalimentación y, poco a poco, el mundo les abre espacio para la persona en la que se están convirtiendo.

Y espiritualmente, el mundo está diseñado para ayudarlos. La comunidad —padres, maestros, vecinos, mentores— es instrumento que la vida usa para moldear un alma.

Pero hay dos trampas que conviene evitar: la comparación, que mata la curiosidad, y el perfeccionismo, que retrasa cualquier inicio esperando condiciones perfectas (y las condiciones nunca son perfectas).

Así que empieza pequeño. Empieza sincero. Empieza con intención.

Tu don no es ornamental. Está destinado a servir. Abrirlo puede costarte comodidad e incluso la compañía de quienes te preferían pequeño. Pero a cambio recibirás claridad y una vida alineada con la obra que se gestó en tu interior.

Cada talento desaprovechado es una forma silenciosa de ingratitud. Cada potencial oculto deja un vacío en el mundo, porque alguien, en algún lugar, estaba destinado a beneficiarse de él.

Cuando veo a las personas dudar al intentar algo nuevo, recuerdo que la vacilación es el primer velo que oculta el potencial. A veces, la vida permite pequeños fracasos solo para prepararnos para un éxito mayor. A veces, la resistencia misma es la puerta del descubrimiento.

Así que abre el cajón. Desenvuelve el regalo, el don, la confianza. Comienza con lo que tienes, donde estás. Deja que el miedo se ablande con la intención. Deja que la incomodidad se diluya en paciencia. Y que tu camino sea una gratitud serena hacia Aquel que puso el don en ti.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah-

 

La gratitud no se trata de decir por favor y gracias.

diciembre 12, 2025



Tú y yo andamos con la mitad del cerebro apagado. Básicamente, caminamos sonámbulos por la vida, preocupados por cosas que quizá nunca sucedan y arrepentidos por cosas que nunca podremos cambiar, mientras miramos al abismo a través de nuestros teléfonos quinientos veces al día.

Cuando operas en modo automático, dejando que la memoria muscular, los hábitos y las indicaciones de los expertos en marketing guíen la mayoría de tus movimientos, te vuelves ciego a casi todo lo que sucede en el mundo real. No notas nada.

Cuando no prestas atenciones, es imposible experimentar la verdadera gratitud, porque ¿qué es la gratitud si no es notar?

La gratitud es notar que nada te dolió al levantarte de la cama esta mañana, cómo el canto de los gorriones te levanta el ánimo y cómo la sonrisa del barista en el autoservicio fue cálida y sincera.

Notar que tu coche siempre arranca, que no recuerdas la última vez que tuviste que saltarte una comida por falta de comida, o que tu casa te mantiene seco y cálido es gratitud.

Gratitud es notar lo pesados que estaban los párpados de tu madre mientras te preparaba panqueques antes de ir a la escuela hace tantos años.

Ser agradecido en un mundo lleno de ruidos fuertes e imágenes brillantes diseñadas para adormecerte en un estado zombi de ajetreo y consumismo constante significa mantener todos tus sentidos abiertos y tu mente completamente conectada con el mundo real, no con la distopía virtual financiada, diseñada y apoyada por putócratas, cleptócratas y oligarcas.

Ser agradecido requiere que estés despierto y seas un participante activo en el mundo real. Te pide que reduzcas la velocidad y prestes atención.

La gratitud no se trata de decir por favor y gracias. No se trata de tener una lista de cosas por las que estar agradecido. La gratitud es ser consciente del mundo que te rodea y del pequeño, pero importante, papel que desempeñas en el drama del universo.

Es dejar de centrarte en ti mismo y centrarlo en las personas, las plantas y los animales de tu entorno. Es una práctica holística en la que poco a poco te das cuenta de que tú, tus pensamientos, sentimientos, estados de ánimo y acciones están entrelazados con todo lo demás. No eres una roca. No eres una isla. Eres una pieza de un rompecabezas, un ecosistema.

La gratitud no es solo una sensación fugaz, como un escalofrío que recorre la espalda o el calor de una taza de chocolate caliente en una noche de invierno.

La gratitud es una forma de atención plena. Ser agradecido y ser consciente son inseparables. No puedes quedarte atrapado en el pasado o el futuro y estar agradecido. Debes vivir en el presente, consciente de lo que sucede, para estar agradecido. Una vez que aprendas a vivir en el presente, descubrirás que puedes mirar atrás y adelante y encontrar más cosas por las que estar agradecido, pero tu conciencia permanece anclada en el ahora. 

Si la gratitud y la atención plena no son sentimientos, ¿qué son? 

Son prácticas, formas de ser. Podemos pensar en la atención plena como una trinidad de prácticas: gratitud, asombro y calma. Sin embargo, todas estas cosas, todos estos estados del ser, están entrelazados. De alguna manera, son distintos pero inseparables. No se puede experimentar asombro sin gratitud y calma. Cuando se alcanza una sensación de calma, esta viene acompañada de asombro y gratitud. La gratitud nunca llega a ninguna parte sin calma y asombro.

Si quieres ser consciente, si quieres ser más agradecido, también debes buscar el asombro y la calma.

Algunos erróneamente llaman a estas cosas: atención plena, asombro, calma y gratitud, virtudes. Pero son más existenciales que eso. Son una forma de vivir en armonía con el mundo, permaneciendo lo suficientemente desapegado como para percibir lo que sucede. Son una forma de convertirte en el estanque y notar las ondas que te atraviesan cuando la roca rompe momentáneamente tu superficie, al permitirle pasar.

Observar, entonces, es el camino hacia la gratitud. Si quieres estar más tranquilo, más lleno de asombro, más agradecido y más consciente, tienes que empezar a prestar atención. Necesitas despertar. La gratitud se construye observando un poco más cada día. No puedes estar agradecido por lo que nunca ves, oyes, tocas, saboreas, hueles o experimentas.

La gratitud se construye en momentos tranquilos de comprensión y observación.

Hay muchas maneras de aprender a prestar atención. Muchos usan la meditación para construir un lugar tranquilo desde el que observar su mundo interior y luego, después de mucha práctica, su mundo exterior.

Puedes usar tu teléfono para desarrollar el hábito de observar. En lugar de abrir tus correos electrónicos, mensajes directos o tu interminable muro de redes sociales, puedes abrir la cámara y fotografiar las pequeñas maravillas que observas mientras recorres el mundo.

En ciertas partes del mundo, encontrarás principalmente hombres y mujeres mayores practicando ejercicios en parques públicos al amanecer. Sus estiramientos y respiraciones disciplinados al aire libre les ayudan a ver y experimentar el mundo real de maneras que la mayoría de nosotros rara vez, o nunca, logramos.

Elegir despertar y estar presente en el mundo me ha ayudado más a cultivar un profundo sentimiento de gratitud que décadas de observancia religiosa y escritura en diario.

La gratitud no es algo que se dice, ni siquiera algo que se siente. La gratitud es algo que uno es.

Como todo gran cambio, elegir ser agradecido requiere valentía, constancia y ternura hacia uno mismo. Es una de esas cosas que nunca se logran del todo, pero un día se nota que algo es fundamentalmente diferente en la forma en que ahora se desenvuelve el mundo.

Por supuesto, no es obligatorio ser agradecido. Puedes seguir viviendo la vida como siempre, medio dormido y vulnerable a la desregulación emocional ante cada mala noticia o el más mínimo inconveniente.

Pero, si sientes que la vida es más que mensajes y anuncios dirigidos, cultivar la gratitud a través del poder de la observación es tu puerta a un mundo mágico. Nunca es un mal momento para ser consciente y agradecido. Pero el mejor momento es hoy.

Espero que hoy seas lo suficientemente valiente para mantenerte despierto y alerta para que puedas comenzar tu viaje hacia el místico país de las maravillas de la gratitud.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

¿Por qué los pueblos eligen a sus propios verdugos?

diciembre 12, 2025


A veces miro al mundo y en especial a Colombia, y me pregunto, con una mezcla de asombro y tristeza, por qué los pueblos, en su acto supremo de libertad —el voto—, terminan entregando su destino a quienes luego los traicionan. 

¿Es ignorancia? ¿Miedo? ¿Costumbre? ¿O acaso una forma social del viejo Síndrome de Estocolmo?

No, los pueblos no aman a sus verdugos… pero sí pueden acostumbrarse a ellos.

La gente vota movida por la esperanza, esa chispa sagrada que insiste en que esta vez sí, que este candidato será distinto, que ahora sí escucharán al pueblo. La esperanza, cuando no se acompaña de memoria, puede convertirse en una puerta abierta hacia la repetición del mismo error.

A veces no se elige por convicción, sino por falta de opciones reales. Sistemas que ofrecen siempre lo mismo con otro nombre. Partidos que cambian de rostro, pero no de alma. Ciudadanos obligados a escoger el “mal menor” como quien elige la cuerda menos áspera.

Otras veces es la desinformación la que gobierna: discursos diseñados para emocionar, no para esclarecer. Campañas que manipulan miedos, resentimientos, identidades. Una política convertida en espectáculo, donde lo que importa no es la verdad sino el guion.

Y, sin embargo, hay algo más profundo todavía:

La política, como en Colombia y en muchos lugares, se ha vuelto una estructura cerrada, financiada por quienes nunca aparecen en las boletas electorales. La casta política, lejos del ciudadano, responde con más fidelidad a los aportes económicos que a los votos. Por eso gobiernan para unos pocos, aunque prometan hacerlo para todos.

¿Y el pueblo?

El pueblo resiste, se adapta, sobrevive. Pero también se cansa. Y cuando el cansancio se vuelve norma, las promesas, aunque vacías, se vuelven refugio.

No es un síndrome, es un círculo. Un círculo que solo se rompe desde la conciencia.

Cuando un ciudadano se informa, cuando pregunta, cuando exige, cuando rompe la comodidad de la indiferencia… el círculo empieza a agrietarse. La verdadera revolución —la que no derrama sangre, sino luz— comienza en la lucidez individual.

Porque los políticos no caen del cielo ni emergen de un pantano ajeno: salen del propio tejido social, de nuestra cultura cívica, de nuestras decisiones y de nuestras renuncias.

Si los pueblos pueden elegir a sus verdugos, también pueden elegir a sus constructores. Si pueden repetir errores, también pueden despertar.

Y tal vez ahí, en esa chispa de conciencia, en esa voz que busca ser luz, empiece el primer paso hacia un futuro más digno.

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con  uno mismo.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

La Belleza de Sentirlo Todo: Un Homenaje a los Corazones Sensibles.

diciembre 9, 2025



Ser una persona sensible era algo que al principio no me gustaba. Entonces no sabía lo extraordinario que podía ser; solo veía su lado más profundo y, a veces, más doloroso.

Vi cómo, siendo una persona sensible, absorbía la ira, la frustración, la disminución de la luz en las expresiones de las personas que amo. Cómo sus emociones se filtraban en mí como si mi corazón no tuviera puertas para mantener sus tormentas afuera.

Notaba todo: cada destello en sus rostros, cada cambio sutil en su voz, cada tensión no expresada. Lo hacía mío sin querer. Sentía lo que ellos sentían antes incluso de que pronunciaran una palabra.

Y me preguntaba constantemente: ¿Por qué? ¿Por qué soy así? ¿Por qué siento todo tan profunda y completamente?

Pero ahora, ahora veo la otra cara de ser una persona sensible, y la aprecio. Amo esta parte de mí que antes malinterpreté. Porque ser sensible significa que mi corazón no se limita a mi propio dolor. Significa que puedo percibir el dolor de los demás, de las personas que amo, incluso cuando lo ocultan bien.

Algunas personas pasan junto a otras sin darse cuenta de que están agotadas, rotas, dolidas. Pero si yo puedo sentirlo, puedo marcar la diferencia con mis pequeñas acciones.
Puedo preguntar.
Puedo escuchar.
Puedo estar presente.
Puedo intentar animarlas, recordarles que no están solas.
¿Y no es eso algo bueno?

Y hay más. También siento las pequeñas cosas, cada momento delicado en el que estoy. No disfruto hacer varias cosas a la vez ni vivir con prisas y la mente abarrotada. Cuando hacemos eso, dejamos pasar momentos sin vivirlos. Y no quiero eso.
Esos pequeños instantes… no sabemos si volverán. Entonces, ¿por qué desperdiciarlos?

Quiero sentir cada momento tal como llega. Y ser una persona con sentimientos profundos me permite hacerlo: pleno, total, honestamente.

Colecciono y extraño mucho estos momentos y los guardo como tesoros en el tarro de los recuerdos que llevo dentro: como, tomar una taza de café con canela, caminar junto a a los canales, descansar en los brazos de la naturaleza y sentir cómo la calidez se instala en mis huesos. Todas estas pequeñas cosas eran suficientes para alegrarme el día.

Por eso a menudo me quedo en silencio. No porque no tenga nada que decir, sino porque estoy ocupado sintiendo el momento, absorbiéndolo, dejándolo vivir dentro de mí. Necesito tiempo para procesar el nuevo mundo en el que vivo ahora y comprenderlo con delicadeza. Más tarde llegarán las palabras. Pero en el momento presente, intento vivirlo con todo mi corazón. 

Y cuando me voy a la cama, siento esa tranquila satisfacción de haber vivido el día, aunque me cansara, aunque sintiera demasiado, aunque la pesadez se instalara en mi pecho. Porque, incluso con todo eso, todavía hay mucho que quienes sentimos profundamente podemos disfrutar.

Soy una persona sensible, y he llegado a apreciar verdaderamente esa parte de mí.
Y a ustedes, mis lectores sensibles, quiero decirles esto:

Los veo, y valoro la forma en que se mueven por el mundo con tanta profundidad.
Permítanse vivir sus días, sus semanas y sus años con el corazón abierto. Abracen la dulzura que hay en ustedes, la sensibilidad que los hace ser quienes son. Y permítanse saborear la belleza de ser así.

Que tus días estén llenos de paz, gratas sorpresas y momentos de felicidad que nunca imaginaste.

De verdad te lo mereces.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

El hogar emocional que todos merecemos.

diciembre 9, 2025



Rara vez nos detenemos a hacernos esta pregunta:

¿Qué queda de una relación cuando la disponibilidad emocional desaparece?

A veces asumimos que, si una persona nos mantiene, paga las cuentas, compra lo que queremos y satisface todas nuestras necesidades materiales, la relación está completa.

Pero ¿qué ocurre cuando quien tanto se esfuerza por darnos todo no puede ofrecernos aquello que más anhela el corazón? Una presencia. Una voz. Un cálido “estoy aquí”. Un lugar seguro para respirar.

Ninguna comodidad económica puede reemplazar la tranquilidad de alguien que se sienta a tu lado y te ve de verdad. Hasta la cama más suave se siente vacía cuando nadie te pregunta cómo estuvo tu día. Hasta el hogar más hermoso se siente frío cuando nadie comprende tu tristeza.

La disponibilidad emocional no es opcional. Es una necesidad humana tan esencial como la comida, el techo o la ropa. Mantiene nuestra mente firme, nuestro ánimo vivo y evita que el corazón se hunda en la soledad.

A menudo lo complicamos, pero la verdad es simple: Estar emocionalmente disponible significa estar presente. Significa estar con todo tu ser: escuchando con empatía, con curiosidad, con intención de comprender. Significa expresar tus sentimientos con honestidad y dar espacio para que los demás expresen los suyos sin temor a ser juzgados. Significa crear un refugio donde cada uno pueda mostrarse sin filtros.

Pero en un mundo lleno de pantallas, desplazamientos interminables y distracciones constantes, la presencia emocional se ha vuelto escasa. Tenemos tiempo para todos en línea, pero no para quien está sentado a nuestro lado.

Hablamos más, pero escuchamos menos. Vemos más, pero miramos menos. Sabemos más, pero entendemos menos. A veces, lo que alguien necesita de nosotros no es una solución. Solo necesita un testigo. Alguien que pueda decir: “Te escucho. Estoy contigo. No estás sola. No estás solo.”

Creo sinceramente que gran parte de la tristeza, la ansiedad y el agotamiento emocional que vemos hoy podría suavizarse —quizá no desaparecer, pero sí suavizarse— si empezáramos a apoyarnos más unos a otros.

La gente se está ahogando en silencio, no por falta de cosas, sino por falta de conexión. Pero hay otra dimensión en todo esto: ¿Cómo podemos estar emocionalmente disponibles para los demás si apenas sabemos cómo conectar con nosotros mismos?

Vivimos sobrecargados, sobre estimulados y constantemente “encendidos”. Nos apresuramos. Competimos. Perseguimos cosas que no importan mientras ignoramos las que sí. Antes de dar espacio a los demás, debemos aprender a dárnoslo a nosotros mismos.

Reflexiona sobre tus pensamientos. Procesa tus emociones. Pregúntate qué estás tolerando que deberías sentir en lugar de ignorar.

Aquí tienes una práctica sencilla: Elige un momento tranquilo. Apaga las distracciones por cinco minutos. Respira. Observa lo que esté presente sin intentar arreglarlo.

Di o escribe lo que sientes: “Estoy cansada/o.” “Me siento sola/o.” “Estoy preocupada/o.”

Luego pregúntate: ¿qué necesito ahora mismo?

Tal vez descanso, una taza de té o alguien con quien hablar. Haz una pequeña acción que responda a esa necesidad. Cuando creas espacio emocional dentro de ti, empiezas de forma natural a ofrecer ese mismo espacio a los demás.

Piensa en los niños. A medida que crecen, no buscan aparatos ni juguetes sofisticados para sentirse amados. Buscan seguridad, comprensión, consuelo, presencia.

Sin embargo, en muchas familias y culturas, los padres dan todo menos lo que sus hijos anhelan en silencio: cercanía emocional. Les dan un hogar, pero no un refugio.
Les dan comida, pero no consuelo. Les dan consejos, pero no comprensión.

Así, los niños crecen con un vacío que no saben nombrar. Algunos lo buscan en amistades, otros en relaciones, otros en logros. Y cuando tampoco encuentran allí un hogar emocional, el dolor se profundiza, la inseguridad se arraiga y la soledad se vuelve familiar.

Esto no se limita a la relación entre padres e hijos. Importa en las amistades, en el matrimonio, en los lazos fraternos… en toda conexión donde se supone que debe habitar el amor.

¿Y el precio de la disponibilidad emocional? Nada. Solo presencia, empatía, atención y comprensión. Como alguien que siente profundamente, sé lo que significa anhelar esa presencia: un oído atento, una mano que apoya, alguien que diga: “Estoy aquí contigo, de verdad”.

No siempre recibí eso en mi hogar. Pero reconocer esa ausencia me impulsó a convertirme en un espacio seguro para los demás. Como hermano mayor, como amigo, como ser humano, intento estar presente.

No podemos sanar el mundo entero en una sola vida. Pero sí podemos sanar los rincones del mundo que tocamos. Podemos ofrecer calidez a quienes caminan a nuestro lado. Podemos ser ese lugar suave donde alguien pueda aterrizar.

Si puedes ser esa persona, sé. Si puedes estar emocionalmente disponible, aunque sea en pequeñas cosas, hazlo. No te debilita. No te hace demasiado sensible. Te hace humano.

El mundo está lleno de ruido, pero hambriento de compasión. Escasean las personas que realmente se hacen presentes, que escuchan, que comprenden, que ofrecen consuelo emocional. Necesitamos más de ellas. 

Vinimos a este mundo para vivir juntos, no solos. Lo más radical que podemos hacer ahora mismo es bajar el ritmo y apoyarnos mutuamente. Donde sea posible —con tu familia, tus amigos, tu pareja, tus hijos, incluso con desconocidos— ofrece un poco de cariño, un poco de comprensión, un espacio seguro para que alguien simplemente pueda estar. Sé esa persona cuando puedas. Porque a veces, un pequeño acto de disponibilidad emocional puede cambiar el mundo entero de alguien.

A veces basta una frase para recordarnos que no estamos solos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah-

 

Cuando tu luz incomoda.

diciembre 8, 2025


Hay momentos en la vida en los que uno descubre una verdad incómoda: no todos celebrarán aquello que te hace feliz. Algunos, incluso sabiendo lo mucho que significa para ti, preferirán que no lo hagas, que no lo tengas, que no lo vivas. Y uno se pregunta por qué. ¿Qué problema puede tener alguien con la alegría ajena?

La respuesta es más humana que malvada.

Hay personas que no saben sostener la felicidad del otro porque aún no han aprendido a sostener la propia. Tu luz no les hiere; simplemente revela las sombras que llevan tiempo ignorando. Sombras hechas de sueños abandonados, de ilusiones viejas, de heridas que nunca supieron cómo sanar.

A veces uno se pregunta por qué hay personas que, aun sabiendo qué es lo que aviva tu espíritu, desean que no lo hagas. ¿Por qué hay quienes se incomodan cuando te ven abrazar algo que te hace feliz, algo que te da sentido, algo que te vuelve más tú?

La respuesta no siempre está en la superficie. No es maldad pura, ni un deseo abierto de impedir tu camino. Es algo más silencioso y profundo: es la fragilidad humana.

Hay quienes no saben celebrar la alegría ajena porque nunca aprendieron a sostener la propia. Les pesa la luz, no porque la luz dañe, sino porque ilumina las habitaciones interiores que prefieren mantener oscuras. Y allí, en esas sombras, duermen viejas frustraciones, deseos abandonados, renuncias involuntarias y sueños que nunca se permitieron tocar.

Cuando tú avanzas, cuando tú creas, cantas, amas o construyes, sin querer revelas esa penumbra. Y hay quienes sienten tu plenitud como un recordatorio de aquello que ellos mismos postergaron. No saben acompañar tu alegría porque no han resuelto su tristeza. No saben aplaudirte porque aún no han podido perdonarse.

Llamar a esto “estupidez humana” es comprensible. Pero la verdad es que se trata de un dolor humano, un vacío humano, una inmadurez humana.

Tu tarea no es convencerle ni pedirle que comprenda. Tu tarea es seguir siendo fiel a tu don, a tu llamado, a esa llama interior que tienes en ti para iluminar y no para esconder. La felicidad auténtica no busca permiso. La alegría verdadera no pide aprobación.

La vocación sincera no se detiene porque alguien no pueda verla.

Sigue adelante con lo que amas. No te vuelvas pequeña para que otros no se sientan incómodos. Tu luz no existe para herir, pero tampoco para apagarse. Porque al final, no es tu brillo lo que molesta. Es la sombra que tu brillo revela en otros. Y esa sombra no es tu responsabilidad.

Ahora recuerda que no todos celebrarán tu alegría. Algunos, sin querer, sentirán incomodidad al ver tu luz. No porque tu luz haga daño, sino porque ilumina sus propias sombras. No luches contra eso. No necesitas convencer a nadie, ni justificar tu felicidad, ni pedir permiso para ser quién eres.

Las relaciones se derrumban no cuando las personas se rebelan, sino cuando dejan de pensar.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

La belleza sutil de transformarnos.

diciembre 7, 2025


La gente suele temerlo, hablar de ello como una pérdida, pero he aprendido que el cambio puede ser un arte sutil: una suave remodelación, un tierno desarrollo en alguien que siempre hemos deseado conocer.

Cada día llega como un lienzo en blanco, invitándonos a acercarnos a la persona que imaginamos en nuestros mejores momentos.

Algunos días enseñan en voz alta; otros, en susurros. Pero cada uno ofrece algo: un pensamiento, una verdad, un pequeño gesto que profundiza la historia de quiénes nos estamos convirtiendo.

Es extraño, ¿verdad?, cómo hay un mundo entero viviendo dentro de ti: capas que aún no has tocado, espacios que no has abierto, partes de ti esperando ser vistas.

Y cada vez que descubro una pequeña parte de mí, o entiendo cómo quiero avanzar, siento una suave felicidad. Un pequeño latido que dice: sí… esto es vivir.

No estamos destinados a permanecer iguales. Nos expandimos, nos despojamos, evolucionamos. Las experiencias nos moldean: las suaves, las intensas, los días llenos de sol y las noches que se sienten demasiado pesadas para llevar.

Y aun así, debajo de todo, hay una dirección que tu alma ya conoce. Una sutil atracción hacia la versión de ti que se siente más honesta, más completa. La tarea es solo escuchar.

Sí, la vida trae temporadas oscuras, esos días que pesan como una piedra, donde los finales parecen más cercanos que los comienzos. Pero incluso esos, por dolorosos que sean, llegan con significado. Forjan espacio. Enseñan resiliencia. Nos impulsan hacia un devenir más profundo.

Solo tienes que aferrarte al hilo —la suave dirección de tu mejor yo— y confiar en él, incluso cuando el camino se sienta incierto.

Reflexiona contigo mismo. Escucha. Observa lo que te ayuda a crecer y lo que estás listo para soltar. Luego da un pequeño paso. Y otro. Y otro más. Ten paciencia con este proceso. Sé comprensivo con tu transformación. Porque esto, todo esto, es el arte de convertirte en quien estás destinado a ser.

Hace unas tres semanas pasé días con mucha fiebre, tos, dolor de garganta, gripe, dolor corporal… de todo. Llevo una semana recuperándome y ha sido duro. Me encuentro alterado por cosas pequeñas, reaccionando de maneras que no se sienten como yo. Normalmente soy tranquilo, comprensivo con la vida.

Pero incluso aquí, en este lugar incómodo, estoy aprendiendo. Siempre hay espacio para crecer, para suavizar, para comprenderte mejor. Incluso esto es parte de la transformación.

Y quizá el verdadero arte también sea aprender a respirar en los momentos difíciles… y encontrar la manera de apreciar, en silencio, las lecciones que traen consigo.

Porque incluso en los días frágiles, la vida sigue esculpiéndonos. Y cada respiración consciente nos acerca un poco más a la persona que estamos llamados a ser.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.

 

La factura oculta de cada comida.

diciembre 7, 2025


Dicen que la comida procesada es barata. No lo es. Simplemente se factura en una moneda que no controlamos: nuestra salud. Lo que parece asequible en el mostrador se vuelve inasequible en el hospital.

El precio no está impreso en el paquete. Aparece silenciosamente: como la fatiga que aceptas como normal, como la inflamación que ignoras, como los dolores de cabeza que silencias con pastillas, como la hinchazón, el dolor articular y la debilidad constante con la que aprendes a convivir.

Hasta que, un día, ese precio toma forma de diagnóstico.

Creías que habías ahorrado dinero. Pero tu cuerpo guardó el recibo. Cada atajo en la comida se transforma, tarde o temprano, en un camino más largo y doloroso.

La comida procesada es barata porque está vacía: vacía de minerales, de enzimas, de vida. Y cuando alimentas a tu cuerpo con vacío día tras día, él no permanece en silencio para siempre.

Primero susurra a través de pequeños síntomas. Luego advierte mediante la enfermedad. Finalmente exige atención a través de la descomposición. El cuerpo es paciente, pero también es un contador honesto: toda deuda se cobra.

Vivimos en una época en la que se venera la conveniencia, se manipula el sabor y se pospone la salud. Comparamos la comida real con la artificial y la llamamos “cara”, olvidando una verdad cruda: la comida procesada es barata hoy porque se paga mañana. La comida real exige compromiso en el presente, pero libera de sufrimiento en el futuro.

La mayor tragedia no es que la gente coma mal. La tragedia es que se les convence de que no pueden permitirse comer bien, hasta que de repente pueden pagar hospitales, escáneres, medicamentos y recetas de por vida.

Lo que ahorramos en comida, lo pagamos con órganos. El cuerpo no discute. No negocia. Solo registra. Y un día, cuando llega la factura, entendemos demasiado tarde que la comida más barata fue la decisión más cara.

Así que elige con cuidado. Porque al final, cada comida es un voto: por tu supervivencia o por tu lenta rendición.

Hoy, una vez más, tienes en tus manos esa sencilla decisión que transforma destinos: qué vas a poner en tu plato. Que sea un acto de amor hacia ti, un compromiso silencioso con tu futuro y un recordatorio de que mereces alimentarte con vida, no con carencias. Porque cada bocado es una semilla. Y lo que siembras hoy, lo vivirás mañana.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com


 

La verdad silenciosa del dolor ajeno.

diciembre 5, 2025



Una vez conversaba con unos amigos: “El mayor siempre es desatendido”. “No, el del medio es el ignorado”. “¡Para nada! El menor es quien queda rezagado”. Y ahí estábamos, cada uno defendiendo su dolor, cada corazón convencido de que su herida era la más grande.

Entonces me pregunté: ¿Y si aquel al que llamo “injusto” está librando una batalla que yo nunca veo? ¿Y si, sin querer, yo soy el capítulo que alguien más intenta cerrar en silencio?

Sí, todos luchan. Algunos luchan más. Pero ninguno carga un peso que esté por encima de su capacidad de transformarlo.

Y en ese instante, una idea sencilla tomó forma con una verdad profunda: “Cada posición tiene sus propias dificultades”.

No es positividad vacía. Es honestidad.

Permítete sentir tu dolor, pero recuerda abrir un pequeño espacio para imaginar el dolor de los demás.

No solo tú necesitas sostenerte. Los otros también están aprendiendo a mantener un corazón firme, uno que deja fluir la fuerza sin quebrarse. Mira lo que te falta, pero no olvides lo que ya te sostiene.
Y cuando el peso parezca partirte en dos, recuerda: aunque todas las puertas parezcan cerrarse, siempre queda una que aún no has visto.

Porque cuando aprendemos a vernos con honestidad y a otros con ternura, ninguna puerta permanece cerrada del todo.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com



 

La esperanza que sostengo en mis manos.

diciembre 4, 2025
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Si cuido bien cada día, el futuro suele desplegarse con la misma delicadeza. Hoy despierto con esperanza en el corazón. El mañana… ya lo atenderé cuando llegue.

Escribo esto tras leer el comentario de una amiga mayor de mi página. Ella confesaba que la esperanza es lo más difícil para ella. Su sinceridad encendió en mí una respuesta que nunca antes había escrito, y esa respuesta se convirtió en la semilla de este texto.

Solía considerar la esperanza como creer que un Papá Noel o un Hada madrina lo mejorarían todo. Ahora puedo ver el cinismo y la lógica rígida de esa perspectiva.

Una vez, cuando era joven, sostuve un pájaro herido entre mis manos. Temblaba. Su pequeño corazón golpeaba contra mi palma buscando vida. Así, con esa misma delicadeza, deberíamos sostener la esperanza: sin apretarla, sin exigirle, solo acompañándola.

La esperanza es esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta una melodía sin palabras que nunca se detiene.

La definición del diccionario habla de un deseo: “Espero que no llueva”. Yo, en cambio, soy optimista. Espero que sucedan cosas buenas. El optimismo es mi modo predeterminado, pase lo que pase.

Cuando llueve y mis planes cambian, no me enojo. Agradezco el agua que sostiene todo lo vivo. Hoy anuncian un 100 % de lluvia en mi pueblo, y la espero con ansias. Escribiré mientras la veo bailar frente a mi ventana.

Mi amiga tiene 80 años. ¿Cómo podría pretender saber lo que siente? Quizá dentro de diez años lo entenderé mejor. Leo siempre sus comentarios: son como pequeñas notas desde el futuro. En su mayoría están llenas de luz. Pero todos tenemos días oscuros; la vejez no es para los débiles.

Me despierto cada mañana con la esperanza de que el día salga bien y de poder afrontar cada momento con amabilidad y creatividad. No pienso mucho en el futuro. Prefiero preguntarme: ¿qué ocurre ahora mismo y qué me toca hacer? Si cuido bien de este día, el mañana sabrá cuidarse solo.

Cuando la preocupación me aprieta el pecho como un bloque de hormigón, elevo una plegaria. No al Dios de las iglesias, sino al creador que imagino dentro de mí, a esa cosa con plumas que canta en mi alma. Pido solo sabiduría, nunca cosas materiales. Y las respuestas llegan en la medida en que hago lo mejor que puedo.

El cristiano original dijo: “El reino de Dios está dentro de ti”. Mi plegaria dice: “Por favor, ayúdame a encontrar la sabiduría para decir y hacer lo que necesito para resolver este problema. Gracias”.

La reflexión también es una forma de oración: un canto silencioso que nunca se apaga. Cada mañana despierto con una frase sencilla latiendo en mí: “Estoy agradecido de haber despertado a un nuevo día y espero hacer lo mismo mañana. Gracias”.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah
www.patriciovarsariah.com

 

Gracias por leer y por tu apoyo. ¡Me anima a seguir haciendo lo que amo!

diciembre 4, 2025
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Empecé a escribir hace muchísimos años, y ahora estoy mejorando mucho. Lo sé porque ustedes me lo dicen.

Acabo de pasar una hora leyendo el escrito publicado el 02 de diciembre 2025, titulado : "No recuerdo que se mencionara nunca la vejez" , y respondiendo a cada lector que dejó un comentario. Y al releerlo, me dije: «Está bastante bien. Estoy mejorando».

Los comentarios fueron tan generosos, amables y entusiastas que sé que estoy tocando la fibra sensible. La vejez es una época difícil y maravillosa, y siempre me inclino por esto último. Sé que buscan positividad y esperanza, y trato de dárselas generosamente.

Siempre me siento mejor cuando termino de responder a un escrito, lleno de sus comentarios. Puedo desanimarme con mi escritura y caer en el síndrome del impostor: dudar de mi talento. Y es difícil escribir bien cuando no te sientes seguro.

En realidad, es difícil hacer cualquier cosa. Seguro que lo saben. A veces, cuando me siento decaído, reviso los comentarios de mis lectores y les respondo, porque sé que después me sentiré mejor. Recibo comentarios extensos de entre 250 y 500 palabras. Y ustedes son excelentes escritores. 

Cada persona en este planeta tiene una historia única que contar. Si escribes con honestidad y desde el corazón, tu escritura resonará, incluso si tu estilo y gramática no son los mejores. La gente no lee palabras, lee sentimientos. Estoy empezando a darme cuenta de esto, y se ha convertido en la esencia de mi escritura.

Y si escribes a menudo, desarrollarás tu propio estilo único. Tardé unos años en descubrir mi estilo único de escritura. Les dije: "Hola, te estaba esperando. ¿Por qué tardaste tanto?".

Me encantan especialmente mis lectores de 80 y 90 años porque han llegado adonde yo voy algún día. Algunos aún gozan de excelente salud y otros tienen dificultades con su cuerpo. Pero la gran mayoría son personas que ven el lado positivo de la vida. Buscan lo bueno y lo encuentran en su forma de afrontar la vida. Los considero mis mentores.

La vejez es una época muy difícil. Nuestros cuerpos, fieles a la edad, empiezan a desmoronarse, y eso resulta desalentador. Se necesita resiliencia, optimismo y coraje para evitar el desánimo, la negatividad y la ira.

La memoria empieza a desvanecerse un poco, o mucho. Hay que reemplazar o reparar partes de la rodilla, la cadera y los ojos. 

Me siento obligado a ofrecer esperanza y positividad a las personas que luchan con la vejez. Mi esperanza y positividad son genuinas, y creo que se transmiten.

Algunos de mis lectores son jóvenes, y eso es alentador. Es raro encontrar jóvenes interesados en la vejez y leer un artículo de alguien de 76 años. Son los jóvenes de mente abierta los que acabarán con la discriminación por edad. La vejez puede ser divertida

¿Qué pasaría si escribiera un artículo y nadie lo leyera?

Sin duda, me decepcionaría. Como todos, necesito que me adulen el ego. Pero, en realidad, no me dolería que nadie viniera, porque realmente disfruto escribiendo estos artículos para ustedes.

A menudo, mientras escribo un artículo, me doy cuenta de que me lo estoy pasando bien. Cuando me divierto, mis ideas fluyen con más facilidad y me siento libre de inventar palabras y metáforas disparatadas. ¡Es divertido! Ahí es cuando sé que un escrito conectará contigo: cuando me divierto escribiéndolo.

Por eso sé que es posible disfrutar de la vejez, incluso divertirse siendo viejo. Si tuviera que escribir una declaración de intenciones —y gracias a la eternidad no tengo que hacerlo—, pero si lo hiciera, sería escribir historias que te hagan sentir feliz de ser viejo. Para asegurarte que la vejez no tiene por qué ser una tortura.

Lidiar con el día a día puede ser pesado o divertido; todo depende de nuestra actitud. ¿Estamos perdidos en nuestros pensamientos y preocupaciones en una sala de espera? ¿O nos conectamos y hablamos con las demás personas allí, que probablemente estén tan perdidas y preocupadas como nosotros?

Lo que quiero decir es que si podemos salir de nuestras cabezas y sumergirnos en el maravilloso mundo que nos rodea —el momento presente— todo será mejor. Incluso podríamos encontrarnos divirtiéndonos en la sala de espera de un médico.

Creo que es posible.

Podemos disfrutar de la vejez si nos mantenemos en el presente. La mayoría de la gente quiere hablar de sí misma. Necesita alguien que la escuche, una palabra amable y una sonrisa. No es tan complicado, y creo que lo sabes. Así que sé ese oído amable y esa cara sonriente. Disfruta el momento.

A veces basta una frase para recordarnos que no estamos solos. Vuelve a ella cuando necesites fuerza, calma o un respiro.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

Por qué soy un optimista radical a los 76.

diciembre 4, 2025
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El optimismo radical no es solo una ilusión, es una transformación de la conciencia.

Si estás varado en un bote salvavidas, ¿prefieres estar con alguien que no deja de gritar: "¡Todos vamos a morir!"?

¿O prefieres estar con alguien que dice: “¿Bien, estamos en el bote salvavidas? Mantengamos la calma y trabajemos juntos para encontrar la manera de sobrevivir a esto. ¡Lo lograremos si todos trabajamos juntos!".

Me siento como si estuviera en un bote salvavidas a los 76, y el 40% de mi generación (1950) está muerta. Los vendedores me dicen que use su crema anti edad para que no se me vean las arrugas. Me dicen que niegue el envejecimiento y el hecho de que soy viejo, porque nadie quiere ser viejo.

Porque la juventud lo es todo. Puede ser deprimente tomarse estas tonterías en serio.

Si alguien me dice que la vejez es un desastre, mejor me doy por vencido y me como mi compota de manzana. ¡Pues no! — Un filete y una copa de vino tinto, por favor. O me hago vegetariana si quiero.

No voy a probar otra vez la compota de la vejez como si estuviera pasada de moda. Me estoy armando con lo que se ha convertido en la síntesis perfecta de lo que ya creía: optimismo radical.

Se necesita valentía para ser optimista. Es triste decirlo, pero el optimismo es controvertido. Hay quien dice Es una ilusión, un estado en el que ruegas que se aprovechen de ti. Las personas fuertes (generalmente hombres) no son optimistas; se cuidan porque el mundo es duro y hay que aferrarse a lo que se tiene, porque la vida es un juego de un solo jugador, un juego de suma cero. Si bajas la guardia, alguien vendrá a quitarte lo que es tuyo. 

El optimismo radical aconseja prestar atención, sintonizar con el entorno, absorber lo que realmente sucede y responder con una mente abierta y con impulso. Haz esto en la vejez.

He aprendido escribiendo sobre el envejecimiento que mis lectores anhelan esperanza y optimismo en su vejez. Muchos de ustedes temen lo que sucederá en el futuro, y con razón. Seguirán envejeciendo y sufrirán enfermedades, contratiempos de diversos tipos y, finalmente, morirán. Cada uno de nosotros, sin La excepción morirá. Así que, si soy viejo y especulo sobre el futuro, es fácil caer en la trampa de "¡Todos vamos a morir!". 

Pensamiento. ¿Qué podemos hacer para romper el ciclo de fatalidad asociado con la vejez? Esto es lo que no debes hacer.

No te pongas lentes color de rosa y escuches "No te preocupes, sé feliz" una y otra vez. No adoptes la mentalidad de "todo va a estar bien". No recites afirmaciones como "Creo en mí mismo, soy fuerte y soy feliz".

Las afirmaciones pueden ser útiles, pero sugiero que hagamos de nuestra vida una afirmación. El optimismo radical no es una ilusión, es una transformación de la conciencia. El primer paso es estar en contacto con lo que está sucediendo en nuestras vidas ahora mismo.

El segundo paso es asumir que las cosas pueden mejorar. Por qué soy un optimista radical. El optimismo comienza con estar anclado lo más fielmente posible en la realidad, no en los pensamientos que tienes sobre ella. Eso es atención plena.

En segundo lugar, para que el optimismo radical sea efectivo, es necesario asumir que las cosas pueden mejorar y mejorarán. Esta es la clave del porqué. El optimismo conduce a una mayor satisfacción, felicidad y alegría en la vejez.

Creo que la mayoría de las personas son buenas y que el universo es un lugar amigable. Creo que la gente no me persigue, sino que me ayuda. Creo que las cosas mejorarán y que puedo lograrlo. Estas son mis suposiciones básicas sobre la vida.

¿Por qué soy así?

Quizás sea por la forma en que me criaron mis padres. Eran personas amables y, aunque no eran ricos, siempre tuve buena comida y regalos bajo el árbol de Navidad.

¿Puede un pesimista o un cínico convertirse en optimista? No lo sé. Pero aquí tienes dos ideas que podrían ayudarte a pasar del pesimismo a la idea de que «el universo es un lugar amigable».

Primero, sé amigable tú mismo.

Cuando vayas al supermercado, dile algo amable al cajero. «Me encanta esa camisa. ¿Dónde la compraste?» O «¡Guau! Gracias por empacar mis compras. Eres muy bueno en lo que haces». Acércate y sé amable, y recibirás amabilidad a cambio.

En segundo lugar, reconoce que es tu estado de consciencia lo que determina cómo se desarrolla tu vida.  Nuestro principal engaño es la convicción de que existen causas ajenas a nuestro propio estado de conciencia. Todo lo que nos sucede, todo lo que hacemos, todo lo que proviene de nosotros, sucede como resultado de nuestro estado de conciencia. Mi conciencia es todo lo que pienso, deseo y amo, todo lo que consiento. Por eso es necesario un cambio de conciencia antes de poder cambiar mi mundo exterior.

Si creemos que la vejez es una época de crecimiento continuo, creatividad y felicidad, así es como se desarrollará. Si cambiamos nuestra perspectiva sobre la vejez, podemos cambiar nuestras vidas en la vejez.

Las investigaciones indican que las personas con una perspectiva positiva sobre el envejecimiento tienden a vivir casi ocho años más que aquellas con una visión negativa. Las personas con una perspectiva positiva tienden a ser más felices y a vivir más.

¿Con quién preferirías estar? ¿Con alguien que siempre está quejándose? ¿O con alguien optimista, amable y servicial?

¿Quién preferirías ser?

Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

Así es como te enamoras de estar vivo. Una y otra vez.

diciembre 3, 2025
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Considera este escrito como mi intento de volver a enamorarme de la vida y una invitación para que me acompañes.

Si has comenzado a leer este escrito, supongo que también estás un poco frustrado con el estado actual del mundo. Internet nos roba la atención. Los personajes embriagadores de algunas personas. Las redes sociales. El capitalismo tardío. Los trenes que siempre llegan tarde. Las noticias. La lluvia inesperada cuando olvidas el paraguas justo después de lavarte el pelo.

Puedo enumerar millones de irritaciones diarias que nos hacen odiar la vida. Pero, sinceramente, me estoy cansando de estar cansado. Últimamente, anhelo una forma más suave de ser. Leí en alguna parte que las personas que cultivan pensamientos bellos terminan irradiándolos, y no podría estar más de acuerdo.

Así que este diciembre, estoy recopilando pequeñas y constantes maneras de redirigir la frustración, acallar los ruidos y recordar lo que aún es encantador de estar vivo. 

1.- Hagamos que las cosas ordinarias de la vida sean extraordinarias. 

Cuando estamos absorbidos por los plazos y las ambiciones, es fácil olvidar cuántas maravillas hay a nuestros pies.

El universo observable alberga una cantidad inimaginable de planetas, y sin embargo, de alguna manera, este se convirtió en el hogar de millones de especies, ecosistemas y ritmos de vida que nos sustentan sin pedir reconocimiento. Lo que llamamos "ordinario" es estadísticamente absurdo, casi arrogante en su rareza. Y, sin embargo, lo ignoramos como si no fuera nada cuando, de hecho, lo es todo.

Así que, desaceleremos el ritmo para observar los pequeños milagros de nuestros días. Observa cómo la luz de la mañana danza suavemente en tus paredes. Observa cómo el viento canta a dúo con los pájaros fuera de tu ventana. Sal al exterior: a un parque, a un sendero, a cualquier lugar lo suficientemente verde como para que tus pulmones recuerden lo bien que se siente respirar. La naturaleza tiene una forma de tranquilizarnos, de devolvernos a nuestros cuerpos cuando nuestra mente se ha adelantado demasiado.

O si estás en la ciudad, observa la constante coreografía de la vida a tu alrededor: cómo camina la gente, cómo habla, cómo vive la gente; cómo las personas, por muy pequeñas y frágiles que seamos, construimos todos estos edificios altos y magníficos solo con el deseo y la cooperación. Cada parada de autobús, cada cafetería, cada semáforo parpadeante es prueba del progreso de la civilización, un testimonio de la persistencia humana.

Todos estos pequeños y familiares latidos de la vida sirven como un gran recordatorio de que estás aquí, vivo, participando en algo más grande que tú. Siente el peso de ese milagro. Déjate sorprender por la cantidad de vida que sucede a tu alrededor. El mundo rebosa de maravillas.

Préstales atención. Son mucho más reales y enriquecedores que cualquier caos que se desarrolle en tu pantalla.

2.- Aceptemos la impermanencia de todo. 

Nada dura. 

Todo a lo que nos aferramos, todo lo que nos obsesiona, cada emoción que nos consume, cada momento que nos avergüenza… nada perdura. No puedo recordar las cosas que me quitaban el sueño hace 10 años, aunque en aquel momento me parecieron las cosas más molestas de la vida. Y apuesto a que dentro de 5 años no podré recordar las cosas que me preocupan ahora.

El cambio es la única constante en la vida, y nada más persiste. Todo lo que conocemos sobre la vida dejará de existir en algún momento.

Reconocer esto puede ayudarnos a cultivar una mayor gratitud hacia las cosas que tenemos ahora mismo: las personas que amamos, el cuerpo que aún está sano, la mente que aún está activa; todo esto desaparecerá. Así que, en lugar de analizar sus errores y encontrar decepciones, deberíamos, al menos, apreciarlos por lo que son cuando aún tenemos la oportunidad.

Cuando te das cuenta de que nada es permanente, de repente eres libre de estar plenamente presente. Libre para dejar de entrar en pánico ante futuros hipotéticos. Libre para dejar de intentar controlar una existencia que, francamente, es imposible controlar. Cada momento se nos escapa entre los dedos; saborea cada segundo mientras todavía estemos aquí.

3.- Anclémonos con rutinas y pequeños rituales.

Cuando la vida se siente inestable o un poco inestable, necesitas una fuerza de gravedad que te conecte con la tierra. Yo la llamo gravedad personal, y no tiene por qué ser grandiosa. Pueden ser simplemente pequeños rituales que te recuerden que estás aquí, viviendo un día que nunca se repetirá.

Quizás sea la pausada rutina de preparar café por la mañana. Quizás sean cinco minutos de escribir en tu diario antes de que el mundo irrumpa. Quizás sea encender una vela en tu mesita de noche y acurrucarte en la manta con tu libro favorito. Puede ser cualquier cosa que devuelva la paz a tu mundo.

Es probable que ya hagas algunas de estas cosas a diario. Pero el problema es que las hacemos con prisa y en piloto automático, mientras dejamos que nuestra mente viaje a otras partes: a las ansiedades, los "qué hubiera pasado si...", las hipótesis, las ambiciones incumplidas.

Y ahí es precisamente donde reside el reto: estar realmente presente en tu vida real en lugar de repetir escenas de un mundo imaginario.

Así que aprende a sumergirte genuinamente en estos pequeños rituales. Presta atención al aroma del café, al sonido del bolígrafo al rascarse, al suave resplandor de la vela. Deja que estos pequeños momentos te recuerden constantemente que estás viva o vivo y respirando.

No podrás hacer estas cosas para siempre. Pero hoy sí puedes. Así que deja que importen.

Encuentra consuelo en hacer lo que más te gusta, la jardinería, o el arte de escribir que limpia del alma el polvo de la vida cotidiana, etc.…

Cuando el mundo se siente demasiado duro, el arte puede ser tu escudo. Las canciones que parecen comprenderte mejor que tú mismo. La pintura que te relaja por un momento. El libro que sientes como si alguien te hubiera tocado el corazón y te hubiera abrazado con ternura.

El arte de escribir, es un registro de cada intento humano por encontrarle sentido a la vida, al amor, a nosotros mismos. Es la prueba de que, a lo largo de los siglos y los continentes, todos hemos experimentado y compartido las mismas emociones y confusiones.

¿Y la mejor parte? No necesitas "entenderlo" para conmoverte. El arte no requiere un análisis largo y detallado para comprenderlo; solo necesita ser sentido por el observador. El arte en sí mismo es una forma de traducción. Toma lo que no podemos expresar —el dolor, la maravilla, lo absurdo— y lo convierte en algo que podemos sostener.

Así que, cuando la vida se sienta pesada, busca un poema, una canción, una película, un libro que te ablande algo por dentro. O mejor aún, crea arte tú mismo. Escribe algo desde el fondo de tu corazón. Garabatea desordenadamente en tu cuaderno y deja que tus pensamientos se transformen en formas físicas. Canta notas desafinadas solo porque sí.

Deja que te consuele. Que sea un recordatorio de que los humanos han sobrevivido a sus propios pensamientos durante miles de años, y muchos de ellos convirtieron su supervivencia en belleza. Tienes derecho a apoyarte en esa belleza. Para eso está ahí.

4.- Al final, enamorarse de la vida es una elección. 

La vida no se vuelve hermosa por arte de magia. Sucede cuando elegimos apreciar su belleza. Cuando elegimos participar en ella. Cuando elegimos, una y otra vez, permanecer abiertos al mundo incluso cuando se siente ridículo, abrumador o completamente insoportable.

Nos enamoramos de la vida prestando atención a los milagros cotidianos que solemos pasar por alto; aceptando su absurdidad en lugar de luchar contra ella; enraizándonos en pequeños rituales que nos mantienen atados al presente; buscando consuelo en el arte y creando algo que podamos apreciar.

Nada de esto arregla la vida. Simplemente hace que valga la pena vivirla.

Y quizás ese sea el objetivo. No perfeccionar tu existencia, sino habitarla plenamente: coleccionar pequeñas alegrías, respirar un poco más profundo, encontrar significado en lugares inesperados, asombrarnos por lo extraño, temporal y maravilloso que todo es.

Así es como te enamoras de estar vivo. Una y otra vez.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Algunas cosas simplemente se resisten a la prisa.

diciembre 3, 2025
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Ningún árbol puede apresurarse a crecer en un día, pero seguimos obligándonos a hacerlo. Crecer lentamente sigue siendo crecimiento.

¿Cuántas veces nos han vendido esta brillante visión de transformación instantánea? 
Como Baja de peso en 4 semanas. Mejora tus habilidades en 21 días. Reinvéntate en un mes.

Como si el cambio fuera una cena de microondas que se cocina en menos de 3 minutos. Como si convertirse en una persona completamente nueva fuera algo que se puede comprar, descargar o incluir en un curso en línea.

Cedemos al mito de la evolución de la noche a la mañana y luego nos castigamos cuando no podemos seguir el ritmo. Siempre sentimos que vamos atrasados y que el tiempo se agota.

Y es cierto. Tenemos un tiempo limitado, terriblemente limitado.

Si alguien vive hasta los 80 años, tiene aproximadamente 4000 semanas de vida. Eso equivale a 28 000 mañanas y atardeceres. 28 000 granos de arena que se nos escapan de las manos más rápido de lo que nos gustaría admitir.

Y debido a esta limitación, y a nuestra dolorosa conciencia de ella, nos presionamos para resolverlo todo lo antes posible.

Llenamos nuestros días de innumerables actividades: aprender, trabajar, hacer ejercicio, preparar comidas, consumir… más aprendizaje, más actividad. Decoramos nuestros calendarios con bloques de colores, exprimiendo hasta la última gota de nuestra pequeña reserva de tiempo, convenciéndonos de que vivimos con propósito, eficiencia y de forma óptima.

Nos despertamos con la esperanza de renacer, con la esperanza de que un nuevo día nos revele un nuevo yo. Nos negamos a aceptar que solo tenemos una vida, así que intentamos vivir diez a la vez dentro de un cuerpo sobrecargado y exhausto.

Pero olvidamos que algunas cosas simplemente se resisten a la prisa.

Nuestras heridas no se preocupan por los plazos; sanan con su propio tiempo. Nuestras mentes no se expanden rápidamente solo porque leemos un libro a toda velocidad sin absorber ni una sola frase. Nuestros cuerpos no se adelgazan solo porque entrenamos intensamente durante 5 días; Requieren constancia y cuidado a lo largo de los años, todos lo requieren.

Todo lo real lleva tiempo. Todo lo significativo lleva tiempo. Todo lo grandioso lleva tiempo.

Durante mucho tiempo, me enfurecía cualquier cosa que avanzara demasiado lento. Si no veía resultados pronto, lo dejaba enseguida. Si no era bueno al instante en algo, lo consideraba un fracaso. Esperaba la maestría desde el primer día, como si la habilidad fuera algo que se adquiere con el don, no que se construye, como si el tiempo no formara parte de la ecuación.

Pero siempre lo es. La práctica por sí sola no basta sin la fuerza del tiempo.

Sin embargo, también había un defecto en ver el tiempo así. Lo trataba únicamente como una herramienta, un medio para llevarnos del punto A al punto B, para alcanzar un estado de ser diferente, para convertirnos en alguien mejor. El tiempo, para mí, nunca fue algo para habitar, solo algo para usar, gestionar y optimizar.

Pero el tiempo no es un instrumento ni una moneda; el tiempo es simplemente… tiempo: estable pero vigoroso, rígido pero lleno de maravillas y sorpresas.

Algunos días están llenos de risas y esperanza. Otros son difíciles de superar. La mayoría parecen ordinarios y sin importancia. Pero todos importan.

No necesitamos optimizar cada minuto de nuestros días para que cuente. Tal vez solo necesitemos aprender a permanecer quietos el tiempo suficiente para que las raíces se formen bajo nosotros.

Dejar que la flecha del tiempo nos guíe suavemente en lugar de arrastrarnos. Confiar en que cada momento, incluso los lentos, está cociendo algo hermoso en nuestro interior que no reconoceremos hasta mucho después.

No puedes apresurar a un árbol. No puedes apresurarte a ti mismo. Y no puedes apresurar una vida que valga la pena vivir.

Todo lo que puedes hacer es darle permiso al tiempo para que haga su magia silenciosa, paciente y sin glamour.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

No recuerdo que se mencionara nunca la vejez.

diciembre 2, 2025
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El secreto de una vejez satisfactoria se esconde a simple vista. La vida es un flujo continuo desde el nacimiento hasta la muerte. Hay una fuente que fluye del corazón de la naturaleza, intacta por la mano del hombre.

¿Recuerdas todas esas clases sobre el envejecimiento en el instituto?

Claro que no, no había ninguna.

Nunca hubo clases sobre cosas realmente necesarias en la vida: cómo hacer la declaración de la renta, cómo administrar el dinero, cómo ser consciente de uno mismo, cómo pedir perdón, cómo preparar salsa marinara, cómo meditar o cómo ser viejo.

En cambio, me dieron álgebra, una asignatura que odiaba y que nunca usé en mis  años en este planeta. En el instituto solo se enseñan las materias que rara vez necesitaremos en la vida real. No recuerdo que se mencionara nunca la vejez.

La vejez es el huevo de Pascua dorado que se esconde a simple vista, pero nunca la vemos hasta que de repente nos salta a la vista. Desde luego, no me imaginaba a mí mismo como un hombre diabético y de 76 años cuando tenía 25.

Quizás sea mejor que nunca la veamos venir. Quizás así lo quiso la naturaleza. Quizás sea como tener hijos; si realmente entendiéramos cuánto interrumpirían instantáneamente los hijos nuestras cómodas vidas, nunca los habríamos tenido, y la raza humana tal como la conocemos dejaría de existir. Exagero, pero me entiendes.

Quizás si comprendiéramos la cruda realidad de la vejez, no querríamos seguir viviendo ni cuidar de nuestra salud. Quizás simplemente brindaríamos por nuestra salud y festejaríamos como si aún fuera 1999. Pero tarde o temprano, tenemos que afrontar la vejez; la negación solo nos llevará hasta cierto punto.

Como tengo 76 años y escribo sobre la vejez, la afronto y pienso en ella a diario. No tengo ninguna formación académica en este tema, así que no puedo ayudarte a determinar qué enfermedad tienes ni qué medicamentos tomar.

Escribo principalmente sobre los aspectos internos del envejecimiento. La espiritualidad del envejecimiento. He aprendido que las semillas de una vejez satisfactoria o decepcionante ya están dentro de nosotros. Solo tenemos que elegir qué camino tomar.

Hay dos cambios de paradigma en nuestra forma de pensar sobre la vejez que pueden ayudarnos a abordarla de forma más realista e incluso a disfrutarla. No son originales míos, pero se han convertido en parte de mi perspectiva después de estudiar la vejez durante los últimos cuatro años.

El primero es dejar de contar el tiempo. El segundo es ser optimista.

Deja de contar el tiempo. Cuando miras fotos de la Tierra tomadas desde el espacio, no ves fronteras ni nombres de ciudades. Ves el todo: los océanos azules, las montañas y las nubes, suspendidas en el espacio como una canica preciosa.

Cuando miro mi vida, veo a un niño pequeño, un adolescente, un adulto, y un anciano. No hay líneas divisorias entre estas etapas. Es un flujo continuo desde el nacimiento hasta la muerte. Entonces, ¿por qué tenemos que contar el tiempo para etiquetar la juventud, la mediana edad y la vejez?

No tenemos por qué hacerlo.

¿Por qué no ver nuestra vida como una progresión lógica de la infancia a la juventud, la adultez y la vejez? ¿Por qué necesitamos separar y definir todas las etapas de la vida, como la profesión médica divide el cuerpo humano?

Tenemos al oftalmólogo, al urólogo, al dermatólogo y al cardiólogo. Es tan especializado como el fútbol americano de la NFL, donde hay un tipo que no hace nada más que entrar al campo de vez en cuando a patear goles. Estas divisiones, categorías y estadísticas se ofrecen para la comodidad de los profesionales que estudian las distintas etapas de la vida. Pero no nos son de mucha utilidad a nosotros, los mayores, que las vivimos.

Si empezamos a comparar la vejez con la juventud o la mediana edad, siempre tendremos una visión negativa de nosotros mismos.

Por lo tanto, sugiero que descartemos todas las etapas de la vida y veamos la vida como un flujo continuo. Somos humanos, y esto es la vida. No hay etapas malas en la vida, como tampoco las manos son mejores que los pies o las orejas.

Todo es un solo organismo, fluyendo y cambiando de maneras sorprendentes y encantadoras.

La Madre Naturaleza no se equivoca.

Sé optimista. El pesimismo es el gran tiburón blanco de la vejez. Me perseguirá y me destrozará psicológicamente. Quejarme de mi vejez y compararla con mi juventud acortará mi vida y me hará infeliz.

Así que soy optimista porque, ¿qué otra cosa podría ser? Menciona a un emprendedor exitoso que se levanta cada mañana y dice: "No puedo con esto, me doy por vencido". Thomas Edison no se dio por vencido con su bombilla después de que 100 fallaran. Ni después de 200, 500 o 1000. No se dio por vencido hasta que lo logró.

No hay nada separado en este mundo. Todo está conectado y fluye continuamente. Nuestra vida es una sola cosa: no está dividida en días, meses, años y décadas. Es un organismo humano increíble.

Nuestra vida, la Tierra y el universo son un todo. Y cada vez que contamos años, diseccionamos nuestros cuerpos en partes separadas y consideramos el universo como algo separado de nosotros, estamos destrozando la unidad.

Por eso somos infelices. Destruimos la unidad. Todo está bien tal como está, pero seguimos intentando diseccionarlo y categorizarlo, como piezas de un rompecabezas que bajan por la cinta transportadora de una fábrica.

Nuestra existencia se parece más a un arroyo que fluye que a una fábrica.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.
¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

Una crisis de nuestros tiempos, la crisis de sentido.

diciembre 2, 2025
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La mayoría de las personas tienen casi todos los medios para vivir, "pero ningún sentido por el que vivir". 

La vida es cómoda, incluso conveniente. Pero de alguna manera se sienten vacíos. Tienen lo básico cubierto. Entonces, ¿por qué siguen sintiendo ese vacío existencial? Uno de los principios básicos de la logoterapia es que la principal preocupación del hombre no es obtener placer ni evitar el dolor, sino encontrarle sentido a su vida. Por eso el hombre está incluso dispuesto a sufrir, con la condición, para estar seguro, de que su sufrimiento tenga sentido".

Más personas que nunca tienen lo que las generaciones pasadas soñaron: seguridad y opciones a voluntad, pero, seguimos ansiando algo más. No éxito. No placer. Sino sentido. Más fundamental que nuestra voluntad de éxito o nuestra voluntad de placer, las personas están impulsadas por la voluntad de sentido.

La búsqueda de sentido del ser humano es la principal motivación de su vida, no una «racionalización secundaria» de sus impulsos instintivos.

Hace muchos años yo tenía un trabajo excelente: buen sueldo, compañeros inteligentes e incluso oportunidades para seguir ascendiendo profesionalmente. Pero Todos los domingos sentía que estaba contando los días hasta el lunes, día de alta presión. Estoy deseando que termine casi todos los días de trabajo, decia. Algunas personas llenan sus agendas con cualquier cosa para evitar pasar tiempo a solas y reflexionar sobre el rumbo de sus vidas. Ya ves. Estamos ocupados, pero aburridos. Conectados, pero solos. Cómodos, pero inquietos. Yo diría que esta inquietud no es un defecto. Es una señal.

La gente no puede vivir solo por placer o eficiencia. Necesitas una razón. Un porqué. Sin él, sientes que simplemente existes. Marcando casillas. Incluso si todo en el papel parece estar bien. Yo pensaba que quienes triunfaban no eran necesariamente los más optimistas. Eran los que se aferraban a un porqué. A un significado. Lo llamó la "voluntad de sentido". Arguyó que es más fundamental que nuestro deseo de placer o incluso de éxito. No solo queremos sentirnos bien o vernos bien; necesitamos desesperadamente sentir que importamos. Que nuestra existencia tiene algún tipo de significado y dirección.

Te sientes más vivo cuando algo te importa personalmente. Ayudar a alguien. Esforzarte por algo. Crear algo, cualquier cosa, que te haga sentir vivo. Defender un valor, incluso si no tiene sentido para nadie. 

No esperas la claridad. Persigues lo que te hace sentir vivo, y la claridad o el sentido lo garantizan. Es como caminar entre la niebla. Solo ves los siguientes pasos. Pero eso es suficiente. El sentido no es un destino al que se llega. Es la calidad del camino que ya estás recorriendo. No siempre verás el patrón. Simplemente concéntrate en que la siguiente acción sea honesta.

No necesitas resolver la crisis de sentido. Solo necesitas dejar de fingir que eres inmune a ella. Eres un ser humano con una picazón y un puñado de esperanzas que has ignorado durante demasiado tiempo. Claro que buscas un significado. Claro que quieres un significado existencial. La comodidad no es lo mismo que el propósito. Si notas tu crisis de significado, significa que estás prestando atención. Significa que estás lo suficientemente vivo como para desear algo más que simplemente matar el tiempo.

Si has estado sintiendo esa necesidad existencial de más, no significa que algo ande mal contigo. No estás roto. Eres humano. Estás programado para un propósito, no solo para la comodidad. Y la comodidad sin propósito se siente como un lugar vacío. 

La crisis de significado está en aumento ahora porque, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la vida le dio a la gente un porqué predefinido. Supervivencia. Mantener a tu familia. Tu religión. Buscar un buen trabajo. Comodidad y conveniencia. Encontrar significado en tu puesto de trabajo. Y responsabilidades externas. Pero es como intentar saciar un hambre profunda con soluciones temporales.

El auge de la crisis de significado no es malo. Es una señal de que estamos prestando atención. Has resuelto la pregunta "¿Cómo sobrevivo?". Ahora nos centramos en la más difícil: "¿Qué hace que valga la pena vivir?". Pasar de la primera pregunta a la segunda es un proceso valioso para encontrarle sentido. Pero lleva tiempo. No tienes que cambiar toda tu vida para empezar a sentir que no solo existes. 

Pero tienes que hacer algo. No cualquier cosa, claro. Un "por qué" para vivir y poder soportar casi cualquier "cómo". Las personas soportan casi cualquier cosa si entienden por qué lo soportan. Pero sin un "por qué", todas las métricas exitosas de una buena vida no te bastarán. Cuando las personas tienen un sentido de propósito, son más resilientes, menos ansiosas, más generosas e incluso más saludables.

Entonces, ¿por qué tantos sentimos esa falta de sentido existencial? 

Bueno, la vida moderna hace casi imposible volver al camino del sentido. Hemos construido un mundo brillante, dándonos los medios para vivir: comodidad, conveniencia, entretenimiento sin fin, a un toque de distancia. Pero es como si hubiéramos gastado toda nuestra energía en construir el tren de alta velocidad más hermoso y nos hubiéramos olvidado por completo de decidir a dónde va. 

Centrarnos en la comodidad dificulta la búsqueda de sentido. La gente ahoga sus incertidumbres en el entretenimiento. Y se centra en todo lo que hace que su vida parezca buena desde fuera. Perseguimos el éxito, cumplimos con los requisitos y obtenemos el placer de algo nuevo o unas buenas vacaciones.

Pero todo esto da paso a algo más grande. No puedes enterrar una picazón existencial para siempre. Por mucho que lo intentes, no puedes escapar de ti mismo. "¿Es esta la vida que querías vivir?". Esa pregunta volverá a ti. El sentido requiere honestidad. Tienes que escuchar lo que se siente vivo y lo que se siente muerto. Y ser lo suficientemente valiente para hacer algo al respecto. Permítete desear cosas que solo tengan sentido para ti. Encuentra significado en el espacio entre lo que te sucede y cómo decides responder a ello.

Cada vez que eliges algo importante, incluso una decisión insignificante, te enfrentas a la niebla existencial. La "crisis de sentido" no es un fracaso personal. Es un despertar. También es el surgimiento de personas que finalmente se niegan a vivir en piloto automático. Personas que quieren que sus vidas signifiquen algo. Personas que, como tú y yo, son lo suficientemente valientes como para plantearse las preguntas difíciles y seguir adelante incluso sin respuestas perfectas.

Eso no es una crisis. Es un comienzo. Creo que todos vamos a mejorar gracias a esto.
Puedes hacer algo con respecto a la crisis de sentido en tu acto diario de elegir tu respuesta. De encontrar por qué en medio del qué. “En última instancia, el hombre no debería preguntarse cuál es el sentido de su vida, sino reconocer que es él mismo a quien se le pregunta. 

En resumen, cada hombre es interpelado por la vida; y solo puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; a la vida solo puede responder siendo responsable.

La crisis de sentido no es un problema que se resuelva una sola vez. Es una conversación que mantienes con tu vida. Lo olvidarás y a veces te sentirás vacío. Luego lo recordarás y harás algo que importe. Luego lo volverás a olvidar. 

El objetivo no es despertar cada día incendiando tu vida. El objetivo es aprender a escucharte mejor y a responder a tu necesidad de trascender las "métricas externas" de una buena vida. Cada día, puedes elegir algunas acciones que te hagan sentir vivo. 

Haz un esfuerzo extra. Cumple la promesa que te hiciste a ti mismo. Tu vida plena es una serie de acciones pequeñas y perseverantes. Solo tienes que asegurarte de que sean decisiones con las que puedas vivir, decisiones que sientas como tuyas. Así es como se construye un porqué, experiencia tras experiencia. Eso servirá. Tiene que ser así. 
No busques un gran significado. Simplemente encuentra momentos para invertir en todas las cosas que sientes que tienes que hacer. Responde al "porqué". El "cómo" se cuida solo. Y puedes soportarlo si el "porqué" es personal.

No resolveremos la crisis de significado encontrando grandes respuestas. Nos aseguraremos de que esté garantizada eligiendo más acciones que garanticen el flujo. No te detengas en "¿Cuál es el significado de la vida?". Vuelve a lo básico y ordinario. "¿Cuál es el significado de esta experiencia/acción/tarea?". Un porqué más grande es una carga demasiado pesada de llevar. Pero puedes soportar el qué ahora. 

El significado de la vida difiere de una persona a otra, de un día a otro, de una hora a otra. "Lo que importa, por lo tanto, no es el sentido de la vida en general, sino el sentido específico de la vida de una persona en un momento dado.

El auge de la crisis de sentido no es del todo malo. Significa que nuestra supervivencia básica está lo suficientemente asegurada como para que podamos pedir más. No solo anhelamos cosas externas; anhelamos algo incalculable.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com

 

La vida es demasiado corta para odiarse.

diciembre 1, 2025

Solo tenemos una oportunidad de ser quienes somos, así que más vale que aprendamos a hacerlo con amor.

Solo se vive una vez. Una vez. Es todo lo que tenemos. Pero a veces esta verdad se me escapa. Olvido que esta es la única vida que tengo: el único cuerpo, el único rostro, la única mente y alma, la única historia que habitaré.

Hace muchísimos años, cuando estuve entre los 25 y 30, recuerdo encontrarme frente al espejo, analizándome a mí mismo: cómo había demasiado espacio entre mis labios y mi mandíbula, cómo mis cejas tenían una forma extraña, lo asimétrico que era mi rostro, lo atrasado que estaba en comparación con otra gente, lo poco talentoso que estaba y lo perdido y confundido que me sentía, asustado, y ansioso. 

Un día, me di cuenta de algo: nada cambiará si nada cambia. No quiero llegar a los 40 odiándome a mí misma. Quiero cambiar. Necesito hacerlo. ¿Pero cómo?

La insatisfacción es una enfermedad moderna. Constantemente nos muestran noticias y actualizaciones en redes sociales de personas que lo están haciendo mejor que nosotros, que son más guapos, más inteligentes, más exitosas. Estamos encadenados a una carrera de superación en la que nunca nos inscribimos voluntariamente. Nuestra versión ideal de nosotros mismos siempre está muy lejos de la realidad que encarnamos, y esa distancia poco a poco se convierte en autodesprecio. Y cuanto más nos odiamos, mejor nos volvemos.

Pero no creo que alguna vez lleguemos a odiarnos de verdad. Porque hay un objetivo claro detrás de ese odio: queremos mejorar, queremos prosperar, florecer y convertirnos en una versión de nosotros mismos de la que podamos estar orgullosos. Así que, en cierto sentido, el objetivo del odio proviene del amor. Nos odiamos porque nos amamos demasiado como para dejar que las cosas sigan igual.

Pero nunca nos enseñan a expresar ese amor adecuadamente. Y como un niño pequeño que no sabe pedir perdón y, en cambio, hace una rabieta, nosotros también reducimos nuestra confusión a un estado interior y nos ensañamos.

En mi caso, heredé este "amor duro" de mi crianza. Mis educadores creían que la insatisfacción es una virtud porque significa que todavía nos importa lo suficiente como para querer algo mejor, crecer un poco más cada día. Y, en cierto modo, tenían razón.

Pero con los años he aprendido que un simple cambio de perspectiva puede transformar por completo la forma en que nos tratamos. En lugar de decir: "Me odio porque escribo fatal", ¿Qué tal si lo cambiamos por: "¿Me quiero, así que practicaré más la escritura y mejoraré”? ¿Ves qué suave suena? En esencia, ambos buscan el mismo objetivo: escribir mejor, pero solo el segundo permite crecer, mientras que el primero nos atrapa en un círculo vicioso de castigo y crítica.

Quizás solo se necesita eso: un cambio de perspectiva. Dejar de tratarnos como enemigos y empezar a vernos como amigos, alguien a quien acompañar, perdonar y con quien crecer en este extraño y corto camino de la vida.

No va a ser fácil, sobre todo para personas como yo, que hemos convertido el odio en un hábito. Pero difícil no significa imposible. Todavía tengo momentos de crisis e inseguridad, pero cada vez soy más consciente de ello. Respiro  hondo y me recuerdo que estoy vivo, que crecer lleva tiempo, que he mejorado muchísimo y que seguiré haciéndolo. Aquí está mi "flujo" para quien lo necesite:
1. Nombra cinco colores que veas.
2. Respira profundamente tres veces.
3. Pregúntate: ¿Por qué me siento así? ¿Culparme me ayuda a crecer?
4. Si no, ¿por qué lo haces entonces? Si sí, ¿puedes encontrar una manera más amable y gentil de abordarlo?
Y luego déjalo ir.

Deja que la tensión en tu pecho se suavice, deja que el juicio se deslice de tus hombros y simplemente permítete ser por un momento. Estás aprendiendo, lo estás intentando, y eso es suficiente. Pequeños pasos, repetidos día a día, te llevarán más lejos de lo que crees. La autoaceptación es una elección diaria. Y cada vez que la eliges, aunque sea una sola vez, estás rompiendo el ciclo.

La vida es demasiado corta para odiarte a ti mismo. Solo tenemos una oportunidad de ser quienes somos, así que más vale que aprendamos a hacerlo con amor.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Solía anclar mi felicidad a la felicidad de los demás.

diciembre 1, 2025
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No eres para todos; nunca lo serás. Tus agudezas, tus defectos, tu ingenio, tu humor, tu talento, tus deseos, tu brillantez, tus vergüenzas, tus ideas, tus creencias: son tuyos, y solo tuyos.

El día que finalmente dejes de suplicar encajar en el mundo de los demás será el día en que empieces a construir el tuyo propio.

Solía anclar mi felicidad a la felicidad de los demás. Si la gente a mi alrededor sonreía, si se sentía querida y disfrutaba de mi compañía, entonces por fin podía respirar, como si me hubiera ganado el derecho a existir.

Quizás era el síndrome del hijo del medio. Quizás era el remanente de crecer emocionalmente desatendido. No estoy seguro. Solo sé que aprendí desde muy joven que mis necesidades eran secundarias y que mi valor provenía de satisfacer las necesidades de los demás.

Al principio, pensé que esto era amabilidad: un puro deseo que todos se sintieran vistos, amados y seguros. Pero cuando miro hacia atrás ahora, con más claridad, puedo ver que era solo santurronería disfrazada de altruismo.

Lo que ansiaba no era solo afecto, sino también validación. Tenía una necesidad imperiosa de ser deseado, un deseo desesperado de ser necesitado. Y una vez que probaba la aprobación, no podía parar. Se convirtió en una adicción.

Cada vez que conocía a alguien nuevo, al instante pensaba en maneras de satisfacerlo. Estaba de acuerdo con todo lo que decían, los escuchaba con tanta atención que sentía que mi corazón se sincronizaba con el suyo, hacía preguntas tras preguntas como si su vida fuera más importante que la mía. 

Leía libros, ¿sabes?, todo el conocimiento e información sobre cómo formar relaciones significativas y mantener a la gente cerca. Estaba decidido a ser la persona más querida del mundo.

Recogía afecto como un jugador acumula puntos de energía. Cuanto más recogía, más pruebas tenía de que me permitían entrar en este juego de la vida. Mientras la gente a mi alrededor fuera agradable con mi presencia, mi valor estaba justificado, entonces tenía pruebas de que merecía existir.

Pero a medida que crecía, empecé a ver las grietas en mi sistema. Por mucho que me cuidara o intentara ser agradable incansablemente, a algunos les desagradaba. Decían que no tenía sustancia, que no tenía opinión propia, ¿y quién podía culparlos? Era cierto. Pero ese era solo un ejemplo.

A algunos no les gustaba que fuera demasiado callado. A otros les incomodaba mi cara triste y tranquila. Algunos decían que era falsa. Otros simplemente me odiaban a muerte sin razón aparente. Para alguien que siempre buscaba complacer a los demás, cada una de estas cosas era como una herida mortal. Una mirada de desaprobación, una sonrisa no correspondida, bastaban para desmoronar por completo mi autoestima.

¿Cómo podía ser tan injusto? ¿Acaso no me había esforzado lo suficiente? ¿Acaso no lo había dado todo? ¿Por qué no les caigo bien?

Pero entonces, curiosamente, pensé en el cilantro.

Odiaba el cilantro con una pasión ardiente. No lo soporto. Ni siquiera lo intentaré. No es por una alergia ni por ninguna lógica explicable; era simplemente una aversión pura e instintiva.

Y, sin embargo, el cilantro no intenta convencerme de lo contrario. No me ruega que lo pruebe ni me obliga a que me guste. Simplemente existe, sabiendo que hay innumerables personas que lo espolvorearían con cariño en su sopa. Ahí fue cuando lo comprendí: no es para todos, y no pasa nada. Darme cuenta de esto se convirtió en una especie de libertad. El hecho de que inevitablemente a algunas personas les desagrade, sin importar lo bien que actúe, me permite simplemente dejar de actuar. 

¿Para qué agotarme ensayando para un público que nunca aplaudirá? ¿Para qué seguir retorciéndose en formas que me dejan irreconocible en el espejo?

Exigir la aprobación universal es tan imposible y tan tonto como intentar convertirse en una sirena. Hermoso en teoría, destructivo en la práctica. No necesito que el mundo me ame. Solo necesito aprender a amarme a mí mismo.

He pasado por suficientes desamores y partidas como para saber que la gente va y viene. Y la única compañera constante que tendré soy yo mismo. Y así, quizás el verdadero trabajo de la vida no sea complacer a la multitud, sino estar completamente con la única persona que nunca me abandonará.

No eres para todos; nunca lo serás. Tus agudezas, tus defectos, tu ingenio, tu humor, tu talento, tus deseos, tu brillantez, tus vergüenzas, tus ideas, tus creencias: son tuyos, y solo tuyos.

El día que finalmente dejes de suplicar encajar en el mundo de los demás será el día en que empieces a construir el tuyo propio.

No le caerás bien a todo el mundo. Y así es exactamente como debería ser.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
 

Cuando la diabetes se vuelve tormenta.

diciembre 1, 2025
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Mi eterna compañera en el camino de mi vida: la diabetes.

Hay días buenos y días malos… y hoy es uno de esos días malos. Siempre hay una señal que lo anuncia: despiertas sin ganas de despertar; te incorporas y el aire pesa como agua; el cuerpo se siente lento, el corazón cansado, la mente renuente, como si estuviera un paso detrás de ti.

Ah… uno de esos días.

A veces intento negociar con todo esto. Dicen que los pequeños triunfos crean impulso, así que los busco. Agradezco el nuevo día, me preparo, me inyecto insulina para empezar, me sirvo un café, escribo un poco. Hecho. Hecho. Hecho. Hecho.

¿Me siento mejor?
No.

Porque hay días en los que no hay truco posible, ni voluntad que baste para escapar. Hay un zumbido inquieto en la cabeza, una presencia terca que reclama su lugar en mi cuerpo, recordándome que está aquí, que ha estado siempre aquí.

Y en esos días, a veces, solo queda aceptar. Aceptar que no puedo con todo. Aceptar que no estoy bien. Preguntarme por qué soy así, por qué no puedo simplemente “estar bien”. Pero con el tiempo he aprendido que estar bien no es un estado fijo, sino una visita que llega cuando quiere. Y en días como este, incluso respirar cuenta como una victoria.

Los diabéticos vivimos esforzándonos por ser nuestra mejor versión. Soñamos con días luminosos, pero también habitamos los grises. No podemos evitar la lluvia; solo podemos dejar que caiga. Hacer lo que podamos. Conformarnos con que eso sea suficiente.

Lo que más me asusta de estos días es lo convincentes que son. Te hacen creer que esta pesadez es tu verdadera esencia: la lluvia, el cansancio, la mente nublada. Como si tus partes más brillantes fueran un error fugaz, y esta sombra fuera lo que realmente eres, aquello con lo que deberás convivir para siempre.

Pero también he vivido lo suficiente para saber que ningún sentimiento permanece.
Todo es pasajero. Todo se transforma. Y qué maravilloso es entender que no estamos destinados a ser una sola cosa: cambiamos, evolucionamos, nos renovamos… incluso cuando sentimos que estamos estancados.

He sobrevivido a todos estos días hasta ahora. Superaré este. Y el siguiente. Y todos los que vengan.

Me abrazo en esta sombra sabiendo que no será eterna. Dejo que el día sea lo que tenga que ser. La vida, al final, siempre vuelve a abrirse como una flor cansada que insiste en renacer.

Gracias por leer.

Patricio Varsariah.

 

No saber es bueno para mí en la vejez.

noviembre 30, 2025
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Significa que vivo en la realidad, no en el pasado ni en el futuro. No quiero decir que literalmente no sepa lo que hago. Tengo algunas metas, pero no tengo ni idea de cómo se concretarán. Y las metas probablemente cambiarán, como siempre. Las metas son cosas que hemos planeado para el futuro, y el futuro no existe, excepto en nuestras mentes.

Sócrates dijo: «El hombre más sabio sabe que no sabe nada». 

Entiendo esta antigua sabiduría con un toque de atención plena.

Gracias a mi práctica de reflexión, suelo estar en el momento presente, al menos media hora cada mañana. Y he aprendido que, al escribir, debo empezar sin un plan detallado, lo que lleva a una conclusión preconcebida. Es mejor vivir el presente, hacer mi trabajo y dejar que una cosa lleve a otra. Así, es más probable que escriba algo nuevo.

Tengo mis años y tengo algo que decir —mucho después de que se suponía que estaría jubilado, pastando y comiendo avena—, pero aún no lo tengo bien claro. Tiene que ver con animar y animar a las increíbles personas que me visitan a través de mi página web. Pero sé que aún no sé exactamente cómo hacerlo.

Nosotros, y todos los jóvenes que nos siguen, somos el futuro. Las personas mayores de 65 años representarán aproximadamente en Estados Unidos el 22% de la población de California para 2040. Así que tienen poder, aunque aún no lo sepan.

Y merecen, y pueden tener, una buena vida llena de amor y creatividad. Quiero ayudar a trazar este rumbo, pero no sé realmente cómo resultará. Así es como va la corriente: no hay una solución definitiva, todo está cambiando.

No me voy a dormir tranquilamente. Tengo un mensaje, pero es fluido, abierto y en desarrollo. Por primera vez, intento vivir el momento y dejarme llevar por la vida. Así que no sé cómo resultará todo.

No sé dónde estaré dentro de cinco años. Espero seguir escribiendo, pero ¿dónde? No lo sé. ¿Seguiré vivo dentro de cinco años? No lo sé. ¿Me ganaré la vida con esto? No lo sé. ¿Escribiré un libro sobre todo esto? No lo sé. 

El "no sé" no es ignorancia. Tener una mente de "no sé" es el ideal en la escuela del budismo. ¿Cómo puedes saber si algo es definitivo cuando todo cambia constantemente, momento a momento? No puedes; el futuro está en desarrollo.

Si voy a ocupar mi lugar en el movimiento pro-personas mayores y contra la discriminación por edad, tengo que levantarme cada mañana y hacer mi trabajo. Cuando empecé a escribir, me consideraba semi-jubilado. Pero ahora estoy a tiempo completo; este es mi trabajo y voy a seguir haciéndolo a ver qué pasa.

Sé que debe haber un movimiento pro-personas mayores. Y si no lo había, ahora lo hay. Se necesita gente con más energía que yo para tomar la posta y llevarlo adelante. Hay gente que lo está haciendo ahora mismo, y habrá más.

El principio fundamental del movimiento pro-personas mayores es: Respeta a tus mayores. Jóvenes, respeta a tus mayores. Políticos: respeta a tus mayores. Mayores, respétense a sí mismos.

Las personas mayores representamos a todos en el mundo porque todos, sin excepción, si tienen suerte, algún día estarán en nuestra misma situación.

No me preocupa tanto combatir el edadismo como hace unos años. Porque el edadismo es una idea, no tiene líderes ni sedes nacionales. El edadismo reside en nuestros corazones, y podemos erradicarlo de raíz simplemente reivindicando nuestro poder y ocupando el lugar que nos corresponde como ancianos sabios en nuestras comunidades y familias.

El edadismo es la discriminación por edad, que se manifiesta en estereotipos (pensamientos), prejuicios (sentimientos) y acciones (comportamientos) dirigidos a personas o a uno mismo debido a su edad. Este fenómeno, que afecta a personas de todas las edades, puede generar aislamiento social, problemas de salud física y mental, y perpetuar injusticias y desventajas.

¿Cómo combatir el edadismo? Deja de creer en él. Y haz algo, por pequeño que sea, para mejorar el mundo.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

El poder sutil de la bondad cotidiana.

noviembre 30, 2025
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Las personas mayores llevamos suficiente tiempo en la sociedad como para comprender el poder de la bondad: la bondad hacia nuestras familias y amigos, y si somos especialmente sabios, la bondad hacia nosotros mismos. Muchos ya practicamos este culto, simplemente no le hemos puesto nombre. 

En mi religión, solo hay que creer en uno mismo. No hay servicios dominicales, diezmos, sacerdotes, ministros, oraciones públicas ni catedrales gigantescas. La catedral de esta religión es el corazón humano, y la gente reconocerá tu religión por lo que haces, no por lo que dices.

Si examinas los orígenes de todas las religiones, encontrarás la bondad como un ethos fundamental en ellas. El credo de mi es intentar ser siempre bondadoso.

Creo que necesitamos más religión en la sociedad occidental. Las iglesias se están vaciando y están reemplazando las religiones tradicionales con ciencia, datos e inteligencia artificial. El problema es que la ciencia y los datos pueden proporcionar información valiosa sobre qué hacer y cómo hacerlo.

Pero la ciencia no puede responder a las preguntas más importantes, como de dónde venimos, qué se supone que debemos hacer aquí en la tierra, adónde vamos al morir y si existe o no un Dios.

Algunos científicos afirman que no existe Dios porque no pueden encontrarlo con sus instrumentos; no pueden medirlo. Y eso debe ser frustrante para ellos, por lo que algunos afirman que Dios no existe solo porque no pueden encontrarle la medida.

Los seres humanos somos los únicos que podemos descubrir y darle un sentido a qué debemos hacer aquí en esta tierra. Y podemos tener creencias sobre lo que sucede después de la muerte y dónde estábamos antes de que nuestros padres se conocieran. 

Las creencias en la reencarnación y el cielo son muy reconfortantes para algunas personas. La religión es muy reconfortante, porque la participación en servicios religiosos se asocia con numerosos aspectos del desarrollo humano, como la felicidad y la satisfacción vital, la salud mental y física, el significado y el propósito, el carácter y la virtud, y las relaciones sociales estrechas. 

Eso es mucho. Pero cuando se descarta la religión y se la reemplaza por la ciencia, se pierde mucho. Creo que la religión importa, y el aspecto comunitario de la religión es importante para el desarrollo humano.

Por supuesto, existen algunas sectas religiosas con líderes crueles y manipuladores que perjudican y se aprovechan de sus seguidores, así que la precaución debería ser su guía. 

Creo que la simple bondad humana constituye una buena religión. Y no tienes que llamarla religión si la palabra te desagrada. Solo tienes que practicar la bondad. Los encuentros breves con el dependiente del supermercado, la tintorería o incluso con una persona sin hogar pueden cambiarte la vida. Si estás despierto y vivo, nada de lo que hagas es insignificante. Una buena religión puede evitar que camines sonámbulo por la vida. Lo más valioso que uno puede hacer en la vida es despertar.

Mi culto es la bondad. Esta es mi religión sencilla. No hay necesidad de templos; no hay necesidad de filosofías complejas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón es nuestro templo; la filosofía es la bondad.

La vida es demasiado corta para vivirla como sonámbulos. Practicar la bondad nos abrirá los ojos a la belleza de esta existencia humana. Con solo observar a las personas que nos rodean, conectar con ellas y ayudarlas si es necesario, o simplemente escucharlas, comenzaremos a despertar.

Pregunta: ¿Cómo practicas la bondad en tu vida?

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

Esta es mi creencia sobre la vida y la muerte.

noviembre 30, 2025
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No, no se trata de cuerpos más débiles, enfermedades, discriminación por edad ni demencia.

¿Cómo puedo saber cuál será el mayor miedo de todos a la vejez? 

No puedo, pero tengo la corazonada de que es la muerte, porque la muerte es nuestro miedo primario. Hay encuestas que demuestran que el miedo a hablar en público es el miedo número uno, incluso superando al miedo a la muerte. Esto puede deberse a que el miedo a la muerte es en gran medida inconsciente.

La conciencia fundamental y única del ser humano de nuestra propia mortalidad impulsa gran parte de nuestro comportamiento, a menudo de forma subconsciente.

Nuestro miedo primario, el miedo a la muerte, permanece en gran parte inconsciente. Y quizás sea lo mejor. La muerte debe ser demasiado grande para afrontarla de frente. La muerte literalmente nunca pasó por mi mente cuando era joven; mi mente estaba ocupada principalmente en el futuro.

Creo sinceramente que el miedo a la muerte surge del miedo a la vida. Un hombre que ha vivido plenamente está preparado para morir en cualquier momento, por que cuanto más vives el momento presente, más desaparece el miedo a la muerte.

Constantemente en mis escritos recomiendo a vivir plenamente. Siempre que conoces a una persona mayor feliz y llena de vida, puedes estar seguro de que no está consumida por el miedo a morir. En la vejez, la muerte está cerca; es como tener un reloj de cuenta regresiva junto a la cama en lugar de una alarma digital. Da que pensar, pero no es necesario temer a la muerte.

He a qui unas reflexiones que a lo largo de los años me ha ayudado  con ese miedo primario: 
1.- Vacía tu mente de todo pensamiento.
2.- Que tu corazón esté en paz.
3.- Observa la agitación de los seres, pero contempla su regreso.

Por la mañana, cuando despierto doy gracias al regalo de una nueva oportunidad de vida, y luego mi objetivo es vaciar mi mente de todo pensamiento. Sé que, si pudiera hacerlo, mi corazón estaría en paz. Y cada mañana, mi corazón está más en paz que en cualquier otro momento de mi vida. Pero aún hay miedo.

El agradecimiento por un día más de vida es un retorno a la quietud, que es nuestra fuente común. Cada uno de nosotros llega a esta vida desde la quietud y regresa a esa fuente común al morir. Esta es mi creencia sobre la vida y la muerte, y es por eso que tengo cada dia menos miedo a la muerte.

Cada ser en el universo regresa a la fuente común. Regresar a la fuente es serenidad. Si no comprendes la fuente, te sumerges en la confusión y la tristeza. Cuando comprendes de dónde vienes, te vuelves naturalmente tolerante, desinteresado, divertido, bondadoso y puedes afrontar lo que la vida te traiga, y cuando llegue la muerte, estarás listo.

Cuando comprendes de dónde vienes, comprendes adónde vas. Si no tienes idea de lo que sucederá cuando mueras, tendrás miedo.

Algunas personas se sienten tranquilas ante la muerte porque creen que irán al cielo y que todo estará bien. Pero cuando comprendes de dónde vienes, te vuelves naturalmente tolerante, una comprensión como esta no es una creencia. Una comprensión es una comprensión intuitiva, basada en la experiencia personal, que surge de nuestro interior. Si tuviera esa intuición, no habría estado dando vueltas en la cama anoche, preocupándome por diversas cosas que me preocupan.

Considero la reflexión como una preparación para la muerte. La reflexión es un soltar momento a momento de todos los pensamientos aleatorios e inútiles que nos ocupan y volver a la quietud. Es como reducir y simplificar nuestras vidas en la vejez. Es como una desintoxicación digital o un ayuno depurativo.

La vejez se trata de soltar cosas, viajar con menos peso hasta que, finalmente, nos liberamos de cargas. Hemos dejado ir todas nuestras posesiones, excepto el apego, la bondad y la compasión. Y podremos salir plenamente vivos y conscientes del momento más extraordinario y místico que jamás viviremos.

No podremos publicarlo en Facebook ni aparecer en televisión para hablar de ello. Será nuestro momento privado de exploración, cuando aprendamos lo que nadie más sabe, lo que nadie más puede arrebatarnos.

Pienso mucho en la muerte porque escribo sobre la vejez y porque en mis escritos trato muy a menudo sobre la gran cuestión de la vida y la muerte. No creo ser morboso. Soy realista. Negar la vejez y la muerte es como negar que el sol se pondrá mañana por la noche.

Quizás la muerte sea como estar en el Borde Sur del Gran Cañón del colorado en USA al amanecer.

Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

Soy el escritor de mi vida.

noviembre 30, 2025
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Las personas aprendemos a comportarnos de forma socialmente aceptable e internalizamos las normas sociales mediante un aprendizaje que contiene elementos de condicionamiento operante. Pero no puede serlo todo. 

Debo creer —de lo contrario, la vida no tendría mucho sentido para mí— que somos inherentemente libres. Que, bajo los guiones, las expectativas y todos los deberes, hay una pequeña isla en nuestro interior donde se planta la semilla de la libertad. Y si la cuidamos con cuidado e intención, brotará un delicado tallo verde. Y si la cuidamos más, con curiosidad y responsabilidad, crecerá fuerte.

Hace unos años, le di una pausa a mi vida. No recuerdo exactamente cuándo ocurrió. No fue un evento aislado. Fue como una serie de decisiones vagas, apenas articuladas, que, en ese momento, me parecieron más a aceptar la vida tal como era que a rendirme.

Aceptarla a veces puede sentirse como libertad. A veces es la manifestación de la libertad: una decisión deliberada que tomamos basándonos en la información disponible y aprovechando todo nuestro potencial.

Sin embargo, ese no fue mi caso. Me entregué a una vida sin libertad, sin darme cuenta. 
Inventé mil razones por las que la vida que una vez quise para mí no era posible. Mil excusas. Me aseguraba que estaba bien vivir de una manera que no se ajustaba a mis deseos y valores. Porque así es la vida.

Pero no lo es. La vida no debería ser una respuesta inerte a las circunstancias.

El existencialista en mí despertó de nuevo cuando mi sentimiento predominante comenzó a ser, no apatía, sino miedo: el miedo a que mi vida transcurriera en una jaula que yo mismo construí.

Cuando el terror me invadió, no pude hacer nada más que concederme la libertad que necesitaba. O, existencialmente hablando, condenarme a la libertad. A menudo asociamos a los pájaros con la libertad, pero en realidad no son libres. Pero los humanos sí. Los humanos no tenemos una esencia fija como los objetos y los animales. En cambio, somos libres de elegir cómo vivimos. No solo respondemos a nuestras circunstancias pasadas o presentes, sino que creamos significado. 

Pero este tipo de libertad a menudo no es fácil. Implica la responsabilidad por nuestras decisiones. Y cuando vivimos según los principios de libertad y responsabilidad, somos responsables de cada una de nuestras decisiones: las buenas, pero también las que resultaron ser erróneas.

Creo que aquí es donde surgen todos los patrones de autosabotaje y procrastinación (La procrastinación tiende a ser caracterizada como un atributo negativo, debilidad, o mal hábito que debemos combatir ) al saber que somos responsables no solo de lo bueno, sino también de todo lo que no percibimos como bueno en nuestras vidas, incluyendo nuestra relación con nosotros mismos, con nuestros semejantes, con el trabajo y con el ocio. 

A veces sentimos o hacemos cosas que luego identificamos como inaceptables. A veces, la presión de la libertad y la necesidad de elegir constantemente es excesiva. Caemos en la inercia y desplazamos el control de nosotros mismos al entorno y las circunstancias.

Existe un concepto llamado "guion de vida" es como "un plan de vida elaborado en la infancia, reforzado por los padres, justificado por eventos posteriores y que culmina en una alternativa elegida.

Empezamos a escribir nuestra historia de vida —nuestro guion— desde que nacemos. Debido a la información insuficiente, la inmadurez de las habilidades cognitivas de los niños y los mensajes verbales y no verbales que reciben de sus padres, estas conclusiones, decisiones y creencias tempranas a menudo no se ajustan a la realidad. Esto crea la base para una visión distorsionada de uno mismo, de los demás y del mundo.

Tomar conciencia de este plan inconsciente, creado en la infancia y que limita y determina nuestra trayectoria vital, abre la puerta a una vida más plena.

Vivimos de forma autónoma cuando utilizamos tres capacidades fundamentales:

1.- La conciencia implica que nuestra experiencia de la realidad no está distorsionada por experiencias pasadas ni decisiones tempranas.

2.- La espontaneidad es la capacidad de tomar decisiones conscientes y libres utilizando todo nuestro potencial, en lugar de seguir un programa. Permite la autoexpresión auténtica y respuestas genuinas.

3.- La intimidad se refiere a la capacidad de conectar profunda y auténticamente con los demás, pero también a la capacidad de estar solo y establecer límites. 

Las personas que han logrado desechar sus guiones (y las pocas que nunca los escribieron de niños) viven libres, veraces y conscientes. Abordan la vida y se plantean preguntas difíciles con discernimiento y honestidad, adaptando siempre sus acciones a la interacción entre sus experiencias familiares y emergentes de sí mismos, de los demás y del mundo.

Todavía no he abandonado mi guion de vida ni he abrazado la autonomía plena. En demasiadas situaciones, tengo que resistir la tentación de reaccionar según mis viejos y a menudo disfuncionales patrones. A menudo necesito darme un empujoncito para ir un paso más allá, elegir deliberadamente y forjar un significado. Pero lo estoy logrando.

Estoy escapando pregunta a pregunta, y a veces sin una respuesta definitiva. Decisión a decisión. Pensamiento a pensamiento.

Lo estoy haciendo recordándome constantemente que soy el escritor de mi vida y que ser honesto conmigo mismo no me hace intrépido, pero sí valiente. Y la autonomía es precisamente eso: el resultado de la determinación y la valentía de vivir en armonía con nosotros mismos.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
 

La Pequeña Práctica que Cambia Vidas.

noviembre 27, 2025
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Reconocer lo bueno que ya existe en tu vida es la base de toda abundancia. Estar agradecido por la vida, por las experiencias y por las personas es una forma de estar atento a lo que sucede a tu alrededor. La gratitud te saca del piloto automático: te impide correr hacia lo siguiente, la siguiente tarea, la próxima preocupación. Te devuelve al presente. Y a veces, solo eso cambia tus reacciones, tus respuestas y hasta tu día entero. Es una práctica diaria.

No necesitas un diario para ejercitarla. Puedes reflexionar mientras caminas, mientras esperas, mientras respiras. Puedes decirle a alguien: “Oye, me alegra que estés aquí”. Eso también transforma la forma en que esa persona te responde. La gratitud crece cuando la compartes.

Piensa en una pequeña cosa que no haya sido mala hoy. Un instante en el que la vida fue, si no mágica, al menos amable. Reflexiona un minuto. Siéntelo con todo tu ser. Eso es la gratitud: una leve transformación del ánimo. Con el tiempo, esas pequeñas transformaciones se suman y terminan cambiando tu vida.

Entonces, ¿qué nos detiene? El miedo. Miedo a la conexión, al cambio, a ver lo que realmente es posible. A veces nos sentimos más seguros enfocándonos en la escasez. Pero la generosidad y la gratitud casi siempre van juntas; iluminan el camino hacia algo mejor.

No necesitas que tu vida vaya perfectamente para sentir gratitud. No exige buen humor ni un buen día. Solo te pide atención a lo que está aquí ahora, sin intentar convertirlo todo en una lección. A veces lo que agradeces es haber superado una reunión sin avergonzarte, o haber escuchado por fin a tu ser querido. Y eso basta.

La gratitud facilita las relaciones. Dejas de esperar que los demás te lean la mente. Empiezas a notar su esfuerzo. Empiezas a decir “gracias” con más frecuencia. La gente lo siente. Tú también.

Los pequeños triunfos cuentan —de hecho, a veces importan más que los grandes—. Son los que te impiden perder el equilibrio. 

La gratitud te da más energía para ir hacia la vida que deseas, porque ya no te alimentas de la frustración. Tienes claridad.

No conviertas la gratitud en otra tarea de tu lista de “ser mejor persona”. Solo empieza a notar. A nombrar. A compartir. Así es como se vuelve un estilo de vida.

Para mí, la gratitud no solo es la mayor de las virtudes, sino la madre de todas las demás.

Que hoy encuentres al menos una razón para decir “gracias”.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com